La localidad zamorana de
Ribadelago recuerda cada comienzo de año la riada que
se produjo en 1959 a raíz de la rotura de la presa de
Vega de Tera y que acabó con la vida de 145 de los
550 vecinos con los que contaba. En esta ocasión se
suma también que el periodista zamorano José Antonio
García ha publicado un libro en el que se recogen
todos los detalles históricos de la tragedia. La
noche del ocho al nueve de enero se recuerda como
aquella en la que ocho millones de metros cúbicos de
agua embalsada en la presa de Vega de Tera, construida
por la empresa Hidroeléctrica de Moncabril, se
precipitaron a gran velocidad por los ocho kilómetros
del cañón del río y se llevaron por delante gran
parte del pueblo de Ribadelago.
Días antes del trágico
suceso cayeron abundantes lluvias torrenciales sobre
toda la comarca de Sanabria, que fueron las causantes
de que se desbordara el embalse y reventara la presa
abriendo un boquete de 140 metros en su estructura. De
los 145 cuerpos arrastrados por el agua solamente 28
fueron recuperados y dados oficialmente por muertos.
El 60 por ciento de las viviendas de este pequeño
pueblo fueron destruidas por la destructiva corriente
que se precipitó de manera inesperada sobre ellas.
Las pérdidas económicas totales se cifraron entonces
en más de 87 millones de pesetas, según el informe
utilizado en el juicio que se celebró años después
en el que no se incluían los costes de limpieza de
todos los escombros y reparación de tierras
realizados por el Instituto Nacional de Colonización.
Tras conocerse la
tragedia, el país demostró una gran solidaridad y
llegaron a recaudarse hasta 12 millones de pesetas en
donativos, a los que se sumó 1.100.000 más de la
recaudación del partido de fútbol jugado entre un
combinado compuesto por jugadores del Real Madrid y
Atlético de Madrid contra el Fortuna de Dusseldorf
alemán, y un millón más aportado por el Consejo del
Banco de España. Ribadelago fue adoptado por el
Consejo de Ministros presidido por Francisco Franco y
se encomendó la reconstrucción del pueblo al
Ministerio de la Vivienda. Tras varias deliberaciones
y debates entre los vecinos sobre el nuevo
emplazamiento, surgió el nuevo Ribadelago en una zona
más sombría que la original y apartada de los
pastizales y tierras de cultivo pero más seguro ante
otras catástrofes de similares consecuencias.
El juicio sobre la
tragedia de Ribadelago se celebró cuatro años más
tarde y se desarrolló durante toda una semana. Un
informe técnico elaborado por el prestigioso
ingeniero Eduardo Torroja Miret concluyó que las
causas de la rotura de la presa se debió a su
deficiente construcción, a los materiales empleados y
a la irresponsabilidad de los encargados de la obra.
Los tribunales de Justicia condenaron al entonces
director gerente de la empresa, a dos ingenieros y a
un perito como responsables directos de las obras a un
año de prisión menor por un delito de imprudencia
temeraria, aunque posteriormente el Tribunal Supremo
absolvió a los dos últimos.