OPINIÓN

El Periódico de Aragón, 4-X-2001

El Pacto
José
Luis Trasobares
Como diría aquel monseñor, el Pacto del Agua no es texto evangélico ni palabra de Dios ni dogma de fe. Puede ser revisado, corregido y ampliado, que no pasa nada. De hecho, el susodicho Pacto ha sido ignorado y traicionado desde el primer día en su espíritu, en su letra y en sus plazos de ejecución. Ni cuando pasó a ser Ley por obra y gracia del Parlamento tuvo vigencia alguna. Sobre este asunto, los aragoneses discutimos mucho, pero decidimos poco o nada. ¿A qué viene, entonces, tanto estrés?

El Pacto del Agua fue obra del famoso sociata Antonio Aragón cuando estuvo de presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE). Y no se lo inventó porque sí, sino para ponerle vaselina al Plan Hidrológico trasvasista que preparaba Borrell. Desde ese punto y hora, este tema va como el Guadiana, que desaparece en tiempos de calma acuática y reaparece a bombo y platillo en cuanto amaga el trasvase. Parece el Pacto en cuestión la sota de los trileros, que si está aquí, o ahí, o allá. Ojo que lo digo sin ánimo de ofender a nadie, pero es que, en política de aguas, cuando el río no viene turbio, viene revuelto. Fíjense lo del tal Aragón, que de presidir la CHE se fue casi directo al estarivel por los barros que ya traía de Navarra. Y, salvando las muchas distancias, el ministro Matas, que nos ha endiñado el Plan Hidrológico del PP, no para de jugar al escondite con el fiscal que investiga la presunta compra de votos en Formentera. Eso sin hablar de las Confederaciones Hidrográficas, bastantes de cuyos altos cargos técnicos van y vienen de los despachos oficiales a sus consultings, en un curioso ejercicio de ubicuidad.

El Pacto del Agua no debe ser el cepo en el que Aragón quede acogotado mientras le clavan el trasvase del Ebro, ni el instrumento del torpe chantaje que pretende el PP. Recupérese como factor de consenso y, si hay que volver a discutir algún embalse, se discute (¡ese bestial recrecimiento de Yesa!). Que, como todo en la vida, hay pantanos... y pantanos. A estas alturas, tampoco íbamos a confundir a la madre Teresa de Calcuta con el padre ecónomo de la Diócesis de Valladolid.

Asociación Río Aragón-COAGRET