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El Periódico de Aragón, 17-XII-2001
Siete días... y más
JOSÉ LUIS Trasobares
UN NUEVO PACTO DEL AGUA
 
El consenso hidrológico aragonés debe ser reelaborado desde perspectivas más modernas y al margen de las estrategias trasvasistas. Después del frenazo a Santaliestra no hay otra opción
 
La sentencia de la Audiencia Nacional que frena en seco la inminente construcción del pantano de Santaliestra marcará un antes y un después en el tratamiento de los temas hidrológicos. Pero, de momento, el fallo ha caído en Aragón como una bomba, en medio de una fortísima división de opiniones y del evidente desconcierto de amplios sectores de la opinión pública, que no saben si la paralización del embalse es en sí misma buena, mala o regular. No es raro que la gente se quede perpleja: desde hace tiempo, todo lo referido a la gestión del agua está condicionado (enturbiado más bien) por abundantes y premeditados equívocos tanto políticos como técnicos. Así es fácil que muchas personas se escandalicen ahora mismo cuando lean la confesión personal que sigue: la decisión judicial sobre Santaliestra me ha alegrado sobremanera.
 
Celebro la paralización del pantano por cuatro motivos fundamentales: por la gente de Santaliestra, que ha luchado por sus derechos como ha de hacer todo ciudadano que se precie; porque la Audiencia Nacional ha desvelado la imperdonable ligereza con que la Administración preparó el proyecto soslayando informes esenciales sobre la seguridad de la futura presa; porque este golpe al Ministerio autodenominado de Medio Ambiente es un precedente muy positivo para la lucha legal que ya se ha iniciado contra el PHN; y, finalmente, porque, ahora, la revisión del Pacto del Agua en Aragón ya no podrá ser eludida por nadie. Sólo siento que esta jugada perjudique intereses legítimos de otros aragoneses, los regantes, cuyos problemas no deben ser ignorados.
 
El Pacto del Agua necesita una reedición. Se cayó Jánovas por consenso general y ahora se cae Santaliestra por decisión de la Justicia. Y, en el contexto actual, alguna otra gran obra como el recrecimiento de Yesa me parecen absolutamente imposibles, y política y socialmente intolerables (incluso para los partidarios de ampliar el regadío).
 
El famoso Pacto es un catálogo de intenciones y de propuestas, bastantes de las cuales siguen siendo perfectamente válidas. Elaborado en el año 91, incorpora sin embargo un listado de pantanos que procede de los años sesenta y setenta e incluso de antes. Pero hay algo más: el actual Pacto del Agua es un invento político destinado fatalmente a quedar articulado con el trasvase del Ebro. Hace diez años, aquel acuerdo (que entonces calificamos de histórico) fue promovido por la Administración socialista para usarlo como coartada del Plan Hidrológico que había preparado Borrell. Luego, cuando el citado Plan se enfrió, el Pacto aragonés corrió idéntica suerte. Y, qué casualidad, en cuanto el PP inició los preparativos de su particular ofensiva trasvasista, otra vez resucitó nuestro ya viejo consenso hidrológico, obsesiva y exclusivamente encarnado en unas pocas obras de regulación: las más grandes, las de mayor impacto y las más conflictivas. Ni los más ingenuos podrían ignorar que esos pantanos tal vez no son precisos ni para las modestas ampliaciones de regadíos que hay previstas ni para suministrar agua a Zaragoza, pero seguro que son imprescindibles para incrementar reservas y excedentes regulables en la Cuenca del Ebro y justificar técnicamente el posterior trasvase.
 
Ahora viene la cuestión más ardua: ¿sería lógico que, viendo tan clara la jugada, accedamos los aragoneses a recrecer Yesa hasta el nivel máximo, inundando nuestros pueblos y permitiendo que el Gobierno central regionalice la enorme inversión y nos la venda encima como un favor? Puestos a gastar cientos de miles de millones, ¿no sería mejor hacerlo en infraestructuras más urgentes y rentables económica y socialmente? Porque, por otro lado, el Pacto del Agua es mucho más que Jánovas, Santaliestra, Yesa o Biscarrués. Es una filosofía que reconoce los derechos de la gente afectada por las obras de regulación; es una propuesta para modernizar los regadíos, depurar las aguas y hacer más eficiente la gestión de los recursos hidráulicos; y es también un listado de pequeños y medianos pantanos así como de balsas de regulación lateral que nadie discute y que serían esenciales para acometer riegos de interés social y salvar de la despoblación comarcas de la Margen Derecha.
 
Un nuevo Pacto del Agua no sólo es posible, sino que es necesario. Así como una estrategia para ponerlo en marcha mediante un simple y obvio procedimiento: hágase de inmediato aquello que no plantea conflicto y tomémonos con calma las cuestiones más polémicas. Cédase desde todos los lados y hagamos un verdadero Pacto aragonés al margen y en contra del trasvase.

Asociación Río Aragón-COAGRET