Opinión
Heraldo de Aragón, 16-XII-2001
EDITORIAL: Santaliestra  
LA OPOSICIÓN AL proyecto de embalse de Santaliestra ejemplifica la confusa situación en que se mueve el porvenir hidráulico de Aragón y por qué deben adoptar posturas claras la Administración central y la autonómica

LA AUDIENCIA NACIONAL, según adelantaba ayer el Ayuntamiento de Santaliestra, ha anulado la aprobación técnica inicial del proyecto de construcción del embalse de Santaliestra. A la espera del fallo, que se conocerá el lunes en sus términos exactos, y de los futuros pasos del proyecto, la noticia, tenga un alcance meramente formal, o lo tenga de fondo, vuelve a poner de manifiesto que Aragón tiene ante sí un grave problema más, de los que afectan a su sistema de riegos, frente al que no caben ya posturas ambiguas.

SANTALIESTRA ES UN CASO muy representativo, por concitar posturas aragonesas encontradas. Ya no se trata de una lucha frente al Gobierno central o a otras Administraciones autonómicas vecinas; el problema es más vidrioso, pues los frentes son internos. Mientras el municipio de Santaliestra recibe el fallo como victoria propia, los regantes del Canal de Aragón y Cataluña, partes en el proceso, consideran la decisión de la Audiencia Nacional como una tragedia para Aragón. Y esto es lo que hace tan dramático el caso. Porque a favor de la obra está una amplia zona de La Litera, que necesita imperiosamente el agua de ese futuro embalse si quiere hacer algo más que sobrevivir. Los propios regantes, ante la necesidad de agua, están aportando sus propio capital para construirlo. Tanto el Gobierno central como el de Aragón apoyan el proyecto, que consideran de absoluta necesidad. Pero Santaliestra se opone, alegando razones de seguridad que son perfectamente legítimas. ¿Qué hacer en una situación así?

RESULTA LAMENTABLE que el Gobierno central no disponga de un estudio que desvanezca sin dudas los naturales recelos de la población de Santaliestra. Su obligación estricta y principal es garantizar la seguridad de la obra. Esa falta justifica la oposición de los vecinos. Si no existiera, difícilmente podrían negarse a un bien general. Que, para serlo, ha de salvaguardar más allá de cualquier duda razonable el primero de todos: la seguridad de las personas.

 

Asociación Río Aragón-COAGRET