OPINIÓN

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Motor & Viajes
sábado, 11 de noviembre de 2000
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La gran capital del Pirineo, la única población de la cordillera que según todos los criterios puede ser considerada una ciudad. y lo es desde hace dos mil años, si bien sus orígenes míticos se pierden en la memoria de los siglos 

JACA
La defensa de la montaña
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ROSA REGÀS

La autora de Azul (Premio Nadal 1994) y Luna, Lunera (Plaza y Janés) descubrió en Jaca, detrás de la belleza del paisaje, el alma latente de lo que es la verdadera vida de la montaña.

A Juan Gabasa, editor de Jaca

El nombre de Jaca procede del pueblo prerromano de los jacetanos, pero su historia escrita se inicia con la conquista de la ciudad por los romanos en el año 195 a.C. y con la ulterior romanización, de lo que dan fe las excavaciones en el centro mismo de la ciudad. Pero la gloriosa época de Jaca comienza en el siglo XI cuando el rey Sancho Ramírez la nombra capital del Reino de Aragón, le otorga el Fuero de Jaca y unas nuevas bases jurídicas progresistas, acuña moneda e inicia la construcción de la Catedral, la primera de estilo románico del país. A partir de este momento, la ciudad crece, desborda las murallas y aumenta sus riquezas con el paso de los peregrinos del Camino de Santiago. En el siglo XVI se construye la Ciudadela como defensa contra los franceses. A principios del XIX y hasta 1814 soportan la invasión de los soldados de Napoleón. Pero tal vez el acontecimiento político y militar más importante ocurrido en Jaca es la sublevación de la guarnición contra la monarquía de Alfonso XIII y en defensa de la República, ocurrida el 12 de diciembre de 1930 por la que fueron fusilados sus promotores, los capitanes Galán y García Hernández. La República, que se proclamó unos meses más tarde, los convirtió en precursores y héroes, y a partir de entonces se identificó Jaca con la República. De ahí que la represión, cuando los fascistas tomaron la ciudad la mañana del 18 de julio de 1936, fuera brutal y la huella de ese horror perduró durante décadas.
Jaca tiene aún hoy una gran influencia del ejército y de la iglesia lo que ha repercutido en su arquitectura y urbanismo. Su situación tan cerca de la frontera francesa condicionó muy pronto el carácter militar de la ciudad, su entorno y su vida sociales.
El visitante se da cuenta vagando por las calles estrechas del casco viejo de que en Jaca apenas hay industria y que la economía ha pasado de los mercaderes a los comercios y tiendas elegantes. Y comprobará también al salir de tapeo, una de las costumbres más arraigadas de la ciudad, que cada vez son más los turistas y los deportistas que recorren los bares en busca de sus famosas especialidades. No hay que olvidar que la montaña se ha convertido en un lugar de ocio para deportistas y cazadores y el turismo llega de todas partes y en todas las estaciones para disfrutar de un paisaje extraordinariamente bello y variado. Y Jaca es su centro.

Belleza permanente
Para bien y para mal la historia de Jaca está ligada al intento de desbordar sus propios límites. El barrio del Castellar, enclavado en lo que fue la antigua Judería fue modificándose hasta borrar su origen con el edicto de expulsión de los judíos colocado a las puertas de la Catedral el 11 de diciembre de 1492. O la pérdida del emblemático Templete de Santa Osoria, una construcción de principios del XX que fue derruida con el plan de expansión de los sesenta. O la demolición de las murallas a finales de los años veinte. O la del Teatro Unión Jaquesa donde en 1927 se inauguraron los primeros cursos de verano para extranjeros del país, fundados por Domingo Miral.
Pero lo que permanece y tal vez lo más bello de Jaca sea su Catedral, dedicada a San Pedro, con planta de basílica y con bóvedas que se levantaron en el siglo XVI. Naves, columnas y pilares, arcos, ábsides, cruceros y embocaduras de medio cañón, combinadas con arte y maestría dan al recinto un interior de sombras y luces que concita el misterio de los siglos. Pasear por él, o rodearlo por el exterior, proporciona al viajero sorpresas repentinas de capiteles románicos o decoraciones escultóricas en cornisas y tímpanos, o esa perfección del cimborio de inspiración musulmana de base octogonal con bóvedas reforzadas por cuatro arcos.
Jaca ha visto en los últimos años un desarrollo turístico sin precedentes en el resto del Pirineo español. La tranquilidad que venían a buscar a principios de siglo gentes como Unamuno y Sorolla se ha transformado en bullicio permanente en los periodos festivos que adquiere proporciones desmesuradas en las fechas señaladas, y sus múltiples fiestas. Todo parece haberse desbordado con la llegada imparable de viajeros, deportistas y turistas, y ahora, la ciudad no tiene más remedio que reflexionar sobre su identidad.
Estuve en Jaca por última vez el pasado verano, para la inauguración de la Feria del Libro, organizada por editores y libreros. Recuerdo aquella tarde de cielo claro con una nube de sombras que se acercaba desde la montaña. Lloverá, no lloverá, decían los ciudadanos: debajo del toldo del puesto de las firmas, bajo la protección de los sólidos muros de la Catedral, sentía vivir las gentes que paseaban en aquella tarde de fiesta y me pareció que formaban un conjunto indestructible con las piedras que sostienen su historia

"Perla del Pirineo"
Porque desde que llega a Jaca, como si se adentrara en el mismo corazón de los Pirineos, el viajero tiene la impresión de que tras esta ciudad que se levanta con toda su larga y poderosa historia a la sombra de los montes, hay algo que descubrir. Algo que tiene que ver con su peculiar geografía, con el sentido profundo e íntimo de su situación que le ha valido el nombre de Perla del Pirineo. Un amor por la tierra y por una forma de vivir. Algo que no siempre logran comunicar al resto del país. Como si la percepción que de la ciudad y su comarca tenemos los forasteros fuera necesariamente distinta de la que tienen los que viven en ellas. Como si para nosotros, los que vamos a Jaca, la belleza de la ciudad y de su entorno constituyera sólo la espléndida fachada de un parque de atracciones natural. Como si no fuéramos capaces de ver que lo que reivindican no es sólo el desarrollo de su tierra, sino un desarrollo ligado a una forma de vivir y de ser.
De ahí que Jaca, orgullosa de ser la ciudad de Huesca que ha logrado más proyección en el mundo, esconda un conflicto interno sobre el modelo de desarrollo a seguir. Sabe que ese desarrollo se cifra en convertir la montaña en un lugar de ocio, pero por otra parte es consciente de que ese mismo modelo de desarrollo y sus estereotipos, impiden conocer la parte más íntima de una ciudad que quiere mantener el aroma del viejo pueblo montañés que fue. Y esto es lo que la hace tan fascinante, ese constante debatirse entre la conservación de los recursos naturales, y las limitaciones que conlleva la conservación del medio que recorta aún más las escasas posibilidades de subsistencia en la montaña. Y esto les lleva a cuestionar leyes y normas en las que el Pirineo se contempla como una reserva natural, leyes que impiden el desarrollo económico de los valles, como un lugar a preservar casi al margen de sus habitantes que son en realidad la primera especie en peligro de extinción.
La montaña y su verdadera razón de ser, dicen los entendidos, desaparecen porque no queda sitio para los que no se avienen a esa nueva forma aséptica de progreso. No hay que olvidar que Jaca forma parte de la provincia de Huesca, donde han desaparecido en las últimas décadas más de 300 pueblos, barridos sus habitantes por los pantanos, las centrales hidroeléctricas, la miseria, el aislamiento y las duras condiciones de vida en la montaña. Ahora los echa ese desarrollo que considera el Pirineo más como un parque que como fuente de vida.
De ahí que en los últimos tiempos haya surgido con fuerza un movimiento social de respuesta a las agresiones del llano que bajo el lema "Por la dignidad de la montaña" reivindica el derecho de los habitantes del Pirineo a vivir en su tierra y de su tierra y que apuesta por la calidad de vida en un entorno sano y único. Ni la E de España ni la A de Aragón quieren algunos automovilistas, sino el PIR de Pirineo. Una forma de reivindicar a su manera la tierra que les vio nacer que ya no será en muchos casos la de sus hijos.

Otra forma de vivir
El grupo musical "La Ronda de Boltaña" se ha convertido en la voz de las conciencias pirenaicas y su canción "La habanera triste" se ha convertido en el himno del Pirineo. Han sido los nuevos proyectos hidráulicos que afectan a pueblos como Biscarrués, Artieda, Jánovas o Santaliestra los que han encendido las conciencias arrastrando al resto de montañeses en las reivindicaciones contra los nuevos pantanos que provocarán una nueva sangría humana y dejarán tierras sin cultivos, prados sin hierba y pueblos sin casas ni hogueras.
Jaca es el centro de todos estos pueblos y, aunque tiene los problemas propios de una gran urbe y no sufre tan directamente los inconvenientes de la vida de montaña como los campesinos, los madereros o los ganaderos de los pueblos de su entorno, siente como ellos el peso de la amenaza.
Porque en el umbral del siglo XXI, vivir en el Pirineo es una empresa realmente complicada, casi una hazaña y sus habitantes son conscientes de que tras ese faraónico Plan Hidrológico Nacional, se ha dejado muy atrás la montaña y sus necesidades, su agua y sus gentes. Serán las constructoras con sus embalses las que hagan viable el trasvase. Y los gobernantes, movidos por otros intereses, mirarán indiferentes cómo se anegan tierras y pueblos y sus habitantes son obligados a desalojarlos.
La defensa de una forma de vivir en la montaña, de un paisaje vivo, no sólo de un lujoso ámbito para solaz de los turistas. Eso defienden. Y cada vez son más los montañeses y los ciudadanos de Jaca que exigen: "Queremos vivir en el Pirineo". Éste es su secreto.


Imprescindible...

1. Ver el Museo Diocesano, según los expertos uno de los más importantes de Europa en románico. Está en el claustro de la catedral.
2. En la calle Mayor, la iglesia de las Benedictinas conserva el sepulcro de Doña Sancha, hija de Ramiro I, primer rey de Aragón.
3. Visitar el Castillo de San Pedro, más conocido como la Ciudadela, una fortaleza pentagonal con dos fosos que mandó hacer Felipe II.
4. Acercarse al Fuerte Rapitán construido sobre una colina desde donde se disfruta una panorámica única de la ciudad.
5. El puente de San Miguel, al que se llega por un camino al final del parque, es una bella obra de ingeniería de la Baja Edad Media.
6. La torre de la Cárcel o del Reloj, una construcción levantada en varias etapas sobre un solar que donó el rey Sancho Ramírez.
7. Acudir a la pista de hielo, que fue una de las primeras de España. Está abierta todos los días del año excepto en septiembre.


GASTRONOMÍA.
Platos típicos de la comerca son el engrudo de Jaca (una especie de bacalao ajoarriero local), los espárragos montañeses (que a pesar de su nombre son de carne de oveja), el estofado de vaca, el pollo al chilindrón y el beritaco, una especie de chorizo. Uno de los locales más recomendables de la ciudad es La Cocina Aragonesa (974 361 050), unas 5.000 pesetas. Por menos de 2.000 pesetas se puede comer en El Parador (974 355 728), El Portón (974 355 854), La Fragua (974 360 618), Serrablo (974 362 418) y Mesón Corbacho (974 363 643).

DÓNDE DORMIR.
No hay muchos establecimientos, pero sí algunos recomendables, como el Hotel La Paz, de dos estrellas, (974 360 700) para dormir en pleno centro de la ciudad en una típica casa con balcones forjados de hierro. De 5.000 a 8.000 pesetas. El Hotel Conde Aznar (974 361 050) es de parecidas características. Además están el Hotel Residencia París (974 361 020) y el Hotel Somport (974 363 410).

EN LA CALLE.
Locales para el tapeo: La Tasca de Ana, La Campanilla, El Pirulo, Equiza, El Fau y El Gregorio. Será una sorpresa para el visitante descubrir la especialidad de cada uno de ellos. Son muy estimadas las pastelerías. La Imperial, La Suiza, Echeto y La Fábrica están entre las más famosas, aunque todas las de la ciudad son excelentes y cada una de ellas ha conseguido la fama por una especialidad que no se encuentra en las demás.

LIBRERÍAS.
Jaca tiene una larga tradición en librerías y en la prensa. El periódico "El Pirineo Aragonés" es el más antiguo de Aragón y uno de los más antiguos de España y se edita desde 1885. En él se encuentra la información de todos los actos que se celebran en la ciudad. Para el aficionado a los libros es obligado visitar la más vetusta librería de Jaca: la Librería Unión, fundada en 1870 con el nombre de Abad que mantuvo hasta 1999. La Unión, su nuevo nombre, se ha recuperado de la cabecera de un periódico liberal que se editó en la imprenta de la librería entre 1907 y 1941.

CURIOSIDADES.
A tan sólo tres kilómetros de Jaca, en Torrijos, hay una cantera que Teresa Pueyo heredó de su padre, una de las últimas mujeres españolas que trabaja la piedra. Bien vale una visita ese caso excepcional.

 

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