OPINIÓN

El Periódico de Aragón, martes 13 de marzo de 2001

¿Sobra agua en el Ebro?

Narcís Prat. Catedrático de Ecología

El delta y el río necesitan más de 11.000 hm3/año para poder cumplir sus funciones ecológicas, económicas y sociales actuales, y no los escasos 5.000 que el PHN considera sobrantes jurídicos

Estos días, las aguas han bajado revueltas por el Ebro. Las lluvias caídas en toda la cuenca llenaron los cauces, las compuertas de los embalses soltaron agua y el río tiró agua al mar. Esta no es la situación habitual y las crecidas son cada vez menos frecuentes. Por ello puede afirmarse que el espectáculo de ahora es más una anécdota que un hecho frecuente. El destino de los ríos es llegar al mar y las aguas del río que penetran en él tienen unas funciones ecológicas claves para los ecosistemas deltaicos, costeros y de mar abierto que, en muchos casos, tienen consecuencias económicas para las poblaciones que allí viven. Esto está muy claro en el Bajo Ebro, donde la falta de crecidas de los últimos años y la domesticación de estas crecidas ha creado impactos ecológicos importantes. Algunos efectos son conocidos (cuña salina, contaminación, hundimiento del delta), otros están menos estudiados (las pesquerías) y otros son todavía difíciles de caracterizar (cambio climático).

 

El Ebro en su parte baja es casi una tubería. El río circula encajado entre montañas y no presenta una gran llanura de inundación hasta casi el mismo delta. El agua que pasa por esta tubería viene regulada por los embalses de Mequinenza y Ribarroja, que tienen una función básicamente hidroeléctrica, aunque funcionan muy bien para diluir la contaminación del complejo industrial de Flix, para la refrigeración de la central nuclear de Ascó y para asegurar agua a los regantes del Ebro. Nadie se preocupó en el momento de conceder estos usos de los posibles efectos ecológicos, económicos y sociales de estas infraestructuras.

La cuña salina es un fenómeno que se produce en los últimos 40 kilómetros del río en verano. Consiste en una lengua de agua salada que penetra en el río por debajo del agua dulce. Esta situación se produce cuando el caudal del río es inferior a 400 m3/seg. En esos momentos, el agua dulce no llena todo el canal del río y, como el nivel del fondo está hasta 8 metros por debajo del nivel del mar, el agua marina, por efecto de los vasos comunicantes, penetra en el río. La cuña salina, hasta que se construyeron los embalses, permanecía en el río unos pocos meses al año, pero ahora está hasta nueve meses. La existencia de la cuña salina podía considerarse hasta mediados de este siglo como parcialmente beneficiosa, ya que las aguas dulces transparentes y cristalinas permitían que los peces marinos remontaran el río hasta Tortosa, lo que permitía su pesca. Al construirse los embalses y con las aportaciones de la agricultura intensiva de toda la cuenca, el agua transparente se tornó de color verde por la gran cantidad de algas que crecen por el exceso de abono que contiene, proveniente de los campos de cultivo y de los aportes urbanos e industriales. El resultado es que se consume el oxígeno de las aguas del fondo y se pudren. Se acabó la pesca de anguilas, doradas y lubinas.

En los embalses no sólo se regula el agua, también se quedan en ellos los sedimentos. El agua del Bajo Ebro ya no baja turbia en invierno como antes (ni siquiera estos días de crecida) y el efecto ecológico está empezando a ser dramático. El delta, como resultado de la compactación de los sedimentos aportados por el río, se está hundiendo cada año entre 1 y 5 mm y el nivel del agua del mar crece unos 2 mm al año. Una cuarta parte del delta está sólo a 25 cm del nivel del mar. Hay que hacer pocos números para comprobar que si el mar sube y el delta se hunde, en menos de 50 años este último puede desaparecer, a menos que lleguen los sedimentos de los embalses.

Finalmente, hay otro sector que también sufre la falta de caudales: el pesquero. La pesca en las plataformas costeras cercanas al delta depende en parte de las avenidas del río y de la producción pesquera dependen muchas especies de aves.

Para asegurar el correcto funcionamiento ambiental del río, mantener las actividades económicas y la estructura social actual del delta, donde el arroz, la maricultura, el turismo y la pesca son los elementos fundamentales, es necesario un cambio en la gestión actual del agua, donde se asegure la cantidad y calidad (incluyendo sedimentos). En primer lugar, y para contener la cuña salina y que no penetre más allá de Deltebre, son necesarios por lo menos 150 m3/seg. Pero este caudal no basta para impedir los efectos nocivos de la formación de la cuña en la zona del delta. Se necesitan caudales de invierno iguales o superiores a 400 m3/seg. para mantener al río varios meses sin cuña salina (lo que regenera los fondos y permite vivir a especies emblemáticas la margaritífera, un mejillón de agua dulce). También son necesarias avenidas provocadas de este mismo caudal algunas semanas en verano para regenerar el agua de la desembocadura e impedir su putrefacción.

En segundo lugar, si queremos salvar al delta de su hundimiento progresivo hay que asegurar cada año avenidas de más de 1.000 m3/seg. durante algunas semanas y, al mismo tiempo, remover los sedimentos acumulados en los embalses para que sean arrastrados al delta para compensar el retroceso de las costas y el hundimiento de la plataforma deltaica. Sólo estas avenidas son capaces de remover los sedimentos y transportarlos hasta el delta y, al mismo tiempo, mejorar la pesca.

Finalmente, otro capítulo es el agua necesaria para el mismo delta. Sus arrozales necesitan agua abundante para impedir su salinización y esta misma agua, al ser derivada de los campos a las bahías de los Alfacs  El Fangar, es la que permite una maricultura de mejillones y ostras que sin el agua dulce puede quedar asfixiada. Para garantizar esta actividad (arroz y marisco) se deberían mantener los canales del delta con agua todo el año, es decir 45 m3/seg. más que añadir a este balance apresurado, y se debería mejorar su calidad actual.

Resultado final: el delta y el río Ebro necesitan más de 11.000 hm3/año para poder cumplir sus funciones ecológicas, económicas y sociales actuales, y no los escasos 5.000 que el PHN considera "sobrantes jurídicos". En los últimos 20 años sólo se ha igualado o superado aquella cantidad cuatro veces, lo que explica la creciente degradación del Bajo Ebro, su delta y sus costas y permite asegurar que el PHN supondrá un impacto ambiental sin parangón en esta zona. Por ello, sin una nueva cultura del agua en toda la cuenca ni el PHN ni cualquier otro plan podrán reconducir la lenta agonía del delta y de su economía. 

 
Asociación Río Aragón