La explosión mediática de la
problemática ambiental derivada de la presencia en Flix de
fangos con elevadas concentraciones de metales pesados,
compuestos orgánicos persistentes y radiactividad ha puesto
de relieve un problema que era conocido y por el cual hasta
ahora todas las administraciones habían pasado de puntillas,
cuando no demostrado connivencia con una situación
intolerable: la existencia de vertidos tóxicos en el
embalse.
Se conoce desde hace años
la bioacumulación de DDT y PCB que se produce en algunos
organismos de los humedales del delta del Ebro. También
sabemos que el mercurio vertido en el río se ha detectado en
las redes tróficas marinas cercanas al delta y que ha
afectado a las colonias de algunos pájaros. La presencia de
la radiactividad en los lodos del embalse también era
conocida por lo menos desde el proceso de delito ecológico
que la empresa afrontó en el pasado.
LA FORMA como abordar la
presencia de estos contaminantes para que la solución
adoptada sea un ejemplo para todo el mundo debería ser el
objeto de nuestra preocupación. El debate se debe centrar en
si se deben extraer los fangos del río o bien no moverlos y
controlar su dinámica, y en conocer en qué condiciones son
arrastrados río abajo y las consecuencias que ello implica.
Por los datos del estudio realizado queda claro que parte de
los fangos se arrastran en los momentos de crecidas
habituales del río. Por lo tanto, mientras los fangos estén
allí tenemos el riesgo de que se arrastren en mayor o menor
medida.
Lo que procede ahora, pues,
es la realización de un estudio de riesgo ambiental donde se
valoren las opciones posibles (no hacer nada, confinarlos o
retirarlos) en función de los efectos ambientales, el costo
económico y la opinión de los ciudadanos de la zona. Este
tipo de estudios se han realizado en otros países y conviene
aplicar las metodologías adecuadas para evaluar cuál es la
mejor alternativa. Siempre con total transparencia (lo que
hasta ahora no ha sido habitual en la administración
hidráulica española) y supeditando las posibles alternativas
técnicas a la decisión que se tome por parte del grupo de
gestión del riesgo, en el cual los posibles afectados
deberían tener un papel preponderante. El tiempo que esto
conlleva y el coste de las posibles alternativas no lo
sabemos, pero hay que poner manos a la obra inmediatamente.
Mientras tanto, que sigan
los controles para evitar cualquier riesgo sobre la salud y
para saber (ya que no lo podemos evitar totalmente) la
extensión de esos contaminantes en la red trófica de los
ecosistemas del bajo Ebro (río, delta y mar cercano), que es
algo que no se conoce suficientemente.
LO MÁS importante de este
asunto es que la restauración del embalse de Flix debe
convertirse en un reto científico y tecnológico y en una
oportunidad de progreso para los habitantes de la zona. Un
buen programa de restauración implica también una inversión
importante y canalizar los esfuerzos en iniciativas de
investigación y desarrollo que sirvan como ejemplo para
otros casos similares.
Al final del proceso
podemos encontrarnos con una situación ambiental mucho mejor
y una experiencia tecnológica que aporte beneficios de todo
tipo (incluso económicos) para la población. El sentimiento
de que el Ebro está marcado por la fatalidad debe
transformarse en la búsqueda de una oportunidad para
construir un futuro más sostenible. Aquí también la
participación de los ciudadanos en todo el proceso es clave.
Y mientras el fango de
embalse de Flix emergía en la prensa de forma casi
explosiva, pocos han reparado en noticias que probablemente
sean peores para el futuro del Ebro. Por ejemplo, que se han
inaugurado los trabajos para construir 12.000 nuevas
hectáreas de regadío en su cuenca. O que la altura de la
presa de Yesa se va a incrementar.
En el primer caso significa
que hasta 96 millones de metros cúbicos serán captados de
los ríos, de los cuales más de la mitad serán
evapotranspirados y el resto, al retornar al río, llevarán
gran cantidad de sales y de nutrientes que disminuirán la
calidad de su agua. Desaparecerá del Ebro una cantidad de
agua similar a la que capta el minitrasvase del Ebro. En el
segundo caso, aparte de los fuertes impactos ambientales de
la presa en cabecera, la regulación de las crecidas
contribuirá a la degradación de los ecosistemas del Bajo
Ebro.
Los habitantes de Flix no
deberían olvidar que el decreto que derogó el trasvase en
junio no eliminó la mayoría de obras de infraestructura que
pueden dar al traste con la salud ecológica del Ebro. Que el
color negro del fango no enturbie nuestras mentes y no nos
haga olvidar que el Ebro debe gestionarse de forma integral
desde el nacimiento a su desembocadura. |