OPINIÓN

Revista Jacetania. Diciembre de 2000
ANIVERSARIO DE LA CATARSIS POR LOS EMBALSES
José Manuel Nicolau

Ya hace un año de aquel día mágico que se vivió en la Jacetania. ¿Recuerdan? Fue el ocho de enero. Por la tarde, la práctica totalidad de los alcaldes de la comarca firmaron un documento en el que se reclamaba una moratoria para el recrecimiento de Yesa y los demás pantanos, como paso previo a un pacto social real sobre el agua en Aragón. Pero el acuerdo iba más allá. Recogía la voluntad de desarrollar y modernizar la montaña a partir de sus valores propios y de su identidad, y sin doblegarse a intereses foráneos. Un consenso como éste se da muy de vez en cuando en la historia de un país. Por eso el documento firmado fue histórico.

Por la noche, fue el turno del pueblo llano. En el polideportivo de Jaca se vivió un ambiente festivo, alegre y reivindicativo, conducido por Labordeta -siempre incondicional: gracias- y la Orquestina de Fabirol. La cosa adquirió otra dimensión cuando actuaron los danzantes. Salió un grupo numeroso (48) a bailar el paloteao de Lanuza, entre ellos algunos de los últimos moradores de este pueblo, el último abandonado en Aragón a causa de un pantano, a quienes se quería homenajear. Se apagaron las luces. Se hizo el silencio. Sonaron el chiflo y el salterio y el violín. Y los palos empezaron a trucar entre ellos y a golpear el suelo. Y los cuerpos de los hombres a moverse armoniosamente. Y cada golpe de palo era un sufrimiento guardado que se liberaba después de tantos años. Cada paso del dance una humillación que se sacaba fuera. Cada nota de música un recuerdo y homenaje a los que quedaron en el camino. El ritmo iba haciéndose más y más vivo y enérgico. La emoción, la comprensión y el cariño de las 3000 personas, sobrecogidas, afloraba, mejor, se desbordaba, y fue como si curase o limpiase las viejas angustias de los tensinos y de los otros exiliados de sus pueblos. Terminó el dance en su punto más álgido, y la gente estalló de júbilo. Abrazos y choque de palos entre los danzantes, cargados de rabia. Sus miradas, hacia arriba, ya no eran de resignación, sino cargadas de satisfacción y orgullo por vivir en un país de montañas y ser como se es, y llenas de fuerza como para no permitir ya nunca más los abusos y las faltas de respeto de antaño, que ahora se quieren repetir. Creo que todos los presentes sintieron con nitidez que hay cosas que ya nunca van a volver a pasar. Efectivamente, hubo una catarsis colectiva en la que se quemaron muchos miedos, complejos y resignaciones. Luego, la Ronda de Boltaña llevó en volandas este espíritu hasta el final de la noche.

Fue una noche mágica a la que siguieron otros días también memorables, como el 25 de octubre, en el que toda la comarca se volvió a mostrar generosa con Sigüés, Artieda y Mianos y digna consigo misma. Ante semejantes muestras de determinación ¿Quién puede creer que van a poder imponer el recrecimiento si toda una comarca unida, decidida y sin miedos no lo quiere? Aquellos que tienen momentos de flaqueza, duda y negociación que se reencuentren con el espíritu de aquellos días y que busquen el apoyo de la comarca, que ha dado suficientes pruebas de que se puede confiar en ella. No están solos y deben contar con sus convecinos en la toma de decisiones, porque el problema no es de un pueblo, sino de toda la Jacetania.

Y es también el tiempo de los políticos locales. Ellos son los encargados de canalizar hacia resultados tangibles, el hermoso sentimiento y el trabajo que está desarrollando el pueblo. Paralizar los proyectos de regulación, evitando con ello que el Viejo Aragón se convierta en otro Sobrarbe inundado. Elaborar una Ley del Pirineo que permita su desarrollo en el siglo XXI, respetando y aprovechando su identidad e idiosincrasia. Armonizar la actividad turística con el gran patrimonio de este país, su paisaje. Retos para los que tienen el privilegio de contar con la actual generación de jacetanos, la más preparada que nunca ha habido. Que estén a la altura del momento histórico es lo que todo el mundo espera.

José Manuel Nicolau Ibarra

Profesor de Ecología. Universidad de Alcalá.
 

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