OPINIÓN

Heraldo de Aragón. Lunes, 16 de octubre de 2000

Un antes y un después: la manifestación de Zaragoza

Francisco Javier Martínez Gil. Catedrático de Hidrogeología

Me preocupan la simpleza, los tópicos, la falta de rigor y la frivolidad bajo los que se está desarrollando en Aragón y en España ese galimatías informativo y de opiniones sobre el agua, que algunos pretenden elevar a la categoría de "debate social".

Quienes están a favor de los polémicos trasvases suelen tomar como axioma situaciones que la gran mayoría de la comunidad científica española cuestiona o denuncia. El concepto de "agua sobrante" es una barbaridad de nuestra tecnocracia hidrológica con la que justificar los trasvases. Lo mismo ocurre con la cuestión de los "caudales ecológicos" a respetar.

Se suele repetir que el agua es vida, un bien escaso,... cuando la realidad muestra que más allá de la retórica, el agua es ante todo negocio y poder. El agua ha sido, es y será un bien estratégico, y no sólo por sus funciones productivas. Un bien demasiado valioso como para estar en manos de ninguna racionalidad.

La situación hidrológica de la agricultura levantina es presentada como un problema nacional, cuando precisamente lo que está a debate es si se trata de una  necesidad, de una apetencia con cargo económico y patrimonial ajeno, o el simple resultado de un desgobierno crónico. Oficialmente, las aguas a trasvasar son para esa agricultura precaria; sin embargo, hay razones sobradas para argumentar que se trata de la coartada para un negocio ulterior: la gran especulación urbanística del litoral mediterráneo. Un trozo de espartal que no vale nada, con el agua a pie de parcela pasa a cotizarse en millones. Por eso, este polémico proyecto no es un Plan Hidrológico sino una operación económica y política de gran alcance, con poderosos grupos organizados que están detrás, presionando.

Se reclaman los trasvases del Ebro como lá única solución a ese problema y a una situación de falta de aguas de calidad para los abastecimientos urbanos, pero no se quiere entrar en el debate de las realidades objetivas y de las alternativas a los pretendidos problemas, a la vez que se ignoran los costes económicos sociales, medioambientales y culturales de la solución. El drama humano que desencadena tamaña operación, no cuenta. Hay personas que deberán ser desalojadas de sus casas y de sus valles para construir en ellos los embalses reguladores necesarios para esos trasvases. Hay muchas gentes obligadas a vivir, siempre temerosas, al pie de grandes presas construidas en una cadena montañosa activa, que se mueve, con laderas que pueden deslizar súbitamente, sabiendo que un potencial accidente hidráulico arrasaría sus vidas en cuestión de segundos.

Se ignora también la historia escalofriante de abusos, autoritarismos y espolios padecidos en los últimos cuarenta años en esas comarcas por causa de las políticas hidráulicas del país. Son comarcas a las que se les ha usurpado ya su más valioso patrimonio: el agua, que ahora está en manos de un todopoderoso sector hidroeléctrico.  Hoy esas comarcas ven con impotencia la pérdida de expectativa que representa esta nueva oleada de embalses, que les siega de raiz una forma de desarrollo económico prometedora, floreciente, de incalculable valor, que tiene su potencial en la oferta de bienestar, emociones y placeres de las aguas bravas en los escasos tramos de ríos que quedan,... en un Aragón y en un país ya no tiene ríos. Hay importantes economías de turismo verde y de aventura para las que son esenciales esos últimos tramos de ríos en libertad, aunque sea ya una libertad muy cercenada, entre central y central, entre embalse y embalse. Construir esas presas, a estas alturas, es un acto de insolidaridad y un vandalismo institucional, promovido por un ministerio de lo medioambiental que no ejerce.

Hay quien sostiene que estamos ante un simple problema de minorías sociales, a las que habrá que compensar, pero que deben ser sacrificadas en aras de un supuesto y etéreo interesés general. ¿Quién me va a compensar a mí por la pérdida de esos últimos patrimonios de belleza y calidad de vida? ¿Quién va a compensar a mi hijo de cinco años, que nunca conocerá esos ríos, que no captará sus mensajes de belleza, ni sentirá las identidades que a través de ellos yo siento con mi tierra y sus raices? ¿Cómo se puede compensar a una colectividad, como Aragón, por la destrucción innecesaria de sus más singulares patrimonios de identidad, cultura y bienestar? ¿En razón de qué negocio o coyuntura pública o privada? No es ésta una lucha de los intereses de unos contra los intereses de otros; no. Esto es un conflicto entre intereses minoritarios muy poderosos, frente a valores colectivos y a derechos tan elementales como la inviolabilidad del territorio y de sus patrimonios; de un territorio ya muy machacado Para el Pirineo esos embalses son ahora una cuestión de etnocidio.

El problema del agua es muy complejo; no es fácil de entender, aunque todo el mundo se sienta con saberes y autoridades para hablar y pontificar. No ha habido hasta ahora voluntad política de analizarlo, ni en Aragón ni fuera de Aragón. Este proyecto de PHN, como el anterior de la etapa socialista, como los Planes Hidrológicos de Cuenca, el Libro Blanco del Agua o... el propio Pacto del Agua de Aragón, son una huida hacia adelante. Pero todos coinciden en lo mismo: el asalto hidrológico al Pirineo aragonés.

La gran manifestación de Zaragoza contra los trasvases ha sido la exteriorización de un estado de ánimo colectivo de gentes sencillas, nobles, intuitivas, que no entienden del problema del agua pero que sienten que detrás de estas oscuras políticas se cierne el engaño y la hipoteca, a cambio de cuatro abalorios llamados "compensaciones territoriales". No fue una eclosión de visceralidades sino de sentimiento, que es algo más noble y profundo, aunque de momento se trate de un sentimiento sin demasiada estructuración argumental técnica. La gente no tiene porqué saber de esas cosas, sobre todo si se las explican mal  y de forma torcida. Tampoco el ministro Matas sabe, y ahí está, dirigiéndolas.

Las gentes de Aragón seguimos defendiendo el agua en términos de desarrollo y de futuro, pero no sabemos de qué desarrollo ni de qué futuro estamos hablando. Tenemos que aprovechar la situación creada tras la gran manifestación del domingo para construir un discursonuevo e  ilustrado del agua, que nunca lo ha habido, ni aquí ni el resto de España. Un antes y después. De momento, hay que felicitarse por haber llamado la atención del país y por haber conmocionado un pensamiento hidrológico de intereses y prevendas, anclado, interesado, perverso,.... Hay que aplaudir a nuestro Presidente por el discurso que ha paseado en su visita por el Levante español: el de "una nueva cultura del agua", que es un discurso perfecto, contundente. Sólo le falta aplicarlo aquí, en casa, empezando por cerrar con siete llaves el Pacto del Agua, que tanta sin razón ha creado y sigue creando en esta tierra y en Madrid. Con el Pacto del Agua "nos la pueden meter doblada". Ojo.

Por nuestro propio bien, tenemos que perder el miedo a hablar a fondo del agua. Ahora no procede otro pacto que el de una moratoria para el debate ilustrado de los grandes embalses pirenaicos, poniendo a prueba el desafío al díalogo del ministro Matas.

Fco Javier Martínez Gil
Catedrático de Hidrogeología
 
Asociación Río Aragón