Siete de Aragón n.º 281: 9, del 26 de junio al 2 de julio de 2000

Etica ambiental
Ramón M. Álvarez Halcón

Hay una idea que parece omitirse deliberadamente en el discurso político de los debates sobre el agua en Aragón. Cabe interpretar que el abastecimiento de agua a Zaragoza, traída de los Pirineos, es una actuación necesaria para el consumo doméstico de la población de la capital aragonesa en la medida en que el agua que se toma del Ebro, a través del Canal Imperial de Aragón, no tiene la calidad deseable debido a su contaminación creciente, aunque todavía sea potable gracias a los tratamientos previos que se realizan. Pero, ¿cuáles son las razones por las que el agua del Ebro no tienen la calidad que deseamos?

El debate social, mediático, político y tecnocientífico sobre este proyecto de abastecimiento de agua omite frecuentemente algo realmente importante, que no pasa desapercibido para las autoridades comunitarias y para prestigiosos ecólogos. ¿Cómo es posible que el agua del Ebro, siendo éste el río más caudaloso de España y uno de los mejor conservados de Europa hasta fechas relativamente recientes, no tenga la calidad suficiente para el consumo de Zaragoza y su entorno? ¿Cómo es posible que haya que diseñar proyectos y estrategias trasvasistas para traer a Zaragoza agua directamente de los Pirineos teniendo en esta gran ciudad el paso de un majestuoso río y dos importantes afluentes? ¿Por qué no se han invertido más recursos económicos y humanos en evitar la grave contaminación y alteración que sufre el río Ebro, aguas arriba y abajo de Zaragoza, en lugar de gastar dinero público en campañas publicitarias para convencer a la sociedad zaragozana de que este abastecimiento es la única solución posible?

Detrás de todo este asunto hay un triste trasfondo, carente de ética ambiental, que viene a justificar las grandes obras hidráulicas para abastecimiento de agua en localidades donde existen suficientes recursos hidrícos (como son los lugares ribereños del Ebro) en vez de poner todo el empeño en mantener o recuperar la calidad del agua propia, para las personas y el resto de los organismos. Si efectivamente nuestros gobernantes prefieren de cara al futuro traer el agua de otro sitio en lugar de hacer efectivas las exigencias comunitarias actuales y futuras sobre gestión hidrológica, calidad de las aguas continentales y protección ambiental, entonces no pidamos a la Comisión Europea que dé el visto bueno para financiarlo, no queramos hacer partícipes de esta tropelía a todos los miembros de la Unión Europea. Seamos nosotros los únicos culpables, asumamos nuestra incompetencia político-social para que nuestros descendientes sepan a quién criticar por haber heredado un río Ebro prácticamente muerto. Así se diseña el Aragón del futuro.

Menos justificable aún es que para hacer este trasvase de aguas de los Pirineos a Zaragoza se tenga que inundar pueblos habitados y alterar el medio natural prepirenaico con el recrecimiento del embalse de Yesa; y aunque ahora parecen desligarse oficialmente ambos proyectos, lo cierto es que fueron divulgados y presentados como complementarios (véase en las hemerotecas). Y para colmo, surgen voces que reivindican, cada vez con más ahínco, que antes de hacer trasvases entre cuencas hay que terminar "nuestros" embalses, ignorando que ese agua se retiene con otro destino porque la política agrícola comunitaria hace inviable la expansión del regadío que se pretende desarrollar en Aragón.

Y lo peor de todo es tener que escuchar frases llenas de ignorancia ecológica, carentes de una mínima ética ambiental, tales como que "el agua de los ríos se pierde en el mar si no se aprovecha antes" o que "con las depuraciones se soluciona el problema de la contaminación de los ríos". Si la regulación de los ríos quedara en manos de algunos desaprensivos, seguramente serían estanques consecutivos o discurrirían en un circuito continuo sin llegar nunca al mar; y las depuraciones no son una solución al problema de la contaminación, son parches inútiles si no se prohiben y controlan los vertidos contaminantes.

Se pueden aprovechar las aguas continentales sin necesidad de agotar los recursos hídricos y sin acabar directa o indirectamente con su flora, fauna y espacios naturales, pero hace falta actuar con ética ambiental, que no es otra cosa que reflexionar racionalmente sobre los argumentos morales que se obtienen del discurso ecológico, para hacerlos efectivos mediante normas jurídicas, educación y divulgación.