Resumen
Nos
encontramos en la sociedad de la información. Nunca antes, en toda la
historia de la humanidad, los ciudadanos han tenido la posibilidad de
acceder a tan abundante masa de conocimientos como ahora. Pero la
información también es un instrumento de persuasión y una herramienta con
la que cuenta el poder para convencer a los ciudadanos de la bondad de sus
planteamientos. En este sentido, los mensajes que aparecen en los medios
de comunicación no siempre son neutrales, ni la información que presentan
totalmente objetiva. Es más, en muchas ocasiones los medios de
comunicación son el principal medio de desinformación que sufren los
ciudadanos.
El PHN es
uno de los proyectos principales del gobierno de la nación, sobre el que
se ha vertido mucha información que a nuestro entender, en muchas
ocasiones es falaz y engañosa. Una de las principales formas de inducir
errores en las conclusiones es mediante los denominados paralogismos, que
son razonamientos que tienen la apariencia de veraces, pero que inducen
conclusiones equivocadas. En este trabajo analizaremos algunos de los más
significativos.
1. Introducción
En la
actualidad, especialmente en las sociedades democráticas, cualquier
decisión gubernamental importante, particularmente si es socialmente
controvertida debe contar, si no con el consenso, sí al menos con la
aquiescencia de una parte importante de la población. Y no para legitimar
las propias acciones de gobierno. Desde dichas instancias ya se nos
recuerda muy a menudo que por el hecho de ser nuestros representantes
democráticamente elegidos, tienen autoridad legal para ejercer las
acciones que consideren de interés económico, social, o político. Se
trata, sencillamente de una cuestión de responsabilidad y, de alguna
manera, de respeto hacia los ciudadanos que representan.
No
obstante, la divulgación de la información se realiza no sólo con el
interés de que el destinatario conozca una parte de la realidad que quiere
mostrarse, sino con la intención de influir sobre las actitudes y,
eventualmente sobre la conducta de los ciudadanos hacia los que va
dirigida. Se convierte, de este modo, en un instrumento no sólo de
transmisión de conocimiento, sino de influencia social y de ejercicio del
poder, uno de cuyos objetivos prioritarios será la persuasión de las
ideas. Si se consigue que los ciudadanos asuman la bondad de los
planteamientos que se defienden, o al menos simplemente los acepten, se
previenen acciones colectivas en contra de las actuaciones proyectadas. En
este sentido, la propaganda política resulta un instrumento esencial como
técnica de persuasión al servicio de los planteamientos de los
gobiernos.
En lo que hace referencia a la gestión y planificación
del agua, hemos asistido en los últimos años a un auténtico ejercicio de
propaganda política, en la que se han utilizado las más conocidas técnicas
de persuasión en el empeño de justificar los sucesivos proyectos de
planificación hidrológica estatal. El análisis de la propaganda sobre este
tema nos revela cuáles han sido las herramientas psicológicas utilizadas
para persuadir a la opinión pública sobre los supuestos beneficios de las
acciones hídricas, especialmente en lo que hace referencia a las grandes
obras de ingeniería.
2. Objetivos
El trabajo
que presentamos analiza algunas de las principales técnicas utilizadas en
la propaganda gubernamental para la defensa del actual PHN y, más en
concreto, aquéllas que mediante paralogismos intentan convencer de la
bondad de una serie de obras que, por otro lado, están siendo contestadas
por la comunidad científica, grupos ecologistas, o amplios sectores de la
población, principalmente afectados, o agraviados por algunas de las
obras. Nos centraremos en aquéllas técnicas de persuasión que, a nuestro
juicio, de alguna manera deforman la realidad mediante diferentes
procesos psicológicos.
3. Metodología
La
argumentación científica es sólo una de las posibles formas de confrontar
un discurso (Plantin, 2001). Existen otras formas de argumentación, por
otro lado ampliamente utilizadas en la propaganda política (las falacias
por ejemplo), que atentan contra los principios del método científico,
especialmente el que hace referencia al hecho de que las circunstancias
del enunciado intervienen en el valor de verdad del mismo (Capaldi, 2000).
Una de las
formas más comunes de investigar la existencia de paralogismos en la
argumentación es el análisis formal del discurso. En ocasiones, los
discursos utilizados para defender la bondad de los planteamientos se
basan en argumentaciones falaces, que no respetan algunas de las reglas
que aseguran la validez del silogismo. Se trata de un error
particularmente común en el lenguaje utilizado en la propaganda (Durandin,
1982, 1993).
En nuestro
trabajo analizamos algunos de los discursos argumentativos que
consideramos más representativos de entre los que se han expresado en la
defensa del PHN y, más en concreto, del trasvase del Ebro. Han sido
realizados tanto por representantes del gobierno, como por interlocutores
muy señalados, tales como periodistas y otros agentes relevantes en la
comunicación social. El resultado final es que los ciudadanos que no
tienen la posibilidad de contrastar la información verazmente adquieren
una representación de la realidad que no corresponde con la misma, lo
que no deja de ser sino una forma de engaño a la opinión pública (Chóliz,
2001).
4. Principales falacias en la
defensa del PHN
Las
falacias, o paralogismos, son argumentaciones que inducen a conclusiones
falsas por el hecho de no respetar algunas de las reglas del silogismo. Lo
característico de los paralogismos es que el no-respeto de la regla
silogística no es evidente, por lo que se induce a una conclusión errónea
sin que se aprecie la falsedad de dicha deducción. No obstante, la forma
argumentativa recuerda a la de un razonamiento válido. Se trata de
argumentos psicológicamente muy persuasivos, por el hecho de que parecen
correctos, pero cuando se los analiza con detalle se advierte que se ha
producido un error por inadvertencia de detalles relevantes, o por la
forma como han sido presentados. Puesto que las conclusiones falsas se
producen por "errores" en la deducción, se consideran menos ofensivas que
lo que se entiende habitualmente por mentira, es decir, afirmar la
existencia de algo que no existe. No obstante el efecto que se produce con
las falacias es el mismo: el engaño que sufre el receptor del
mensaje. Existen muchísimas formas de llegar a conclusiones
erróneas y, por ello, podríamos describir numerosos tipos número de
falacias. De igual forma, una misma argumentación equivocada puede ser
debida al concurso de diferentes tipos de paralogismos al mismo tiempo, lo
que tendrá como consecuencia que el equívoco será todavía mayor. Es por
ello que en este trabajo vamos a centrarnos sólo en algunas de las más
significativas que, por otro lado son reconocidas por la mayoría de
autores como algunas de las más comunes, analizando de qué manera han
sido utilizadas en el discurso de la propaganda en defensa del PHN.
4.1. Falacia de conclusión
inatingente
Se trata,
probablemente, del grupo más amplio de falacias, que están presentes a su
vez en otros paralogismos, tal y como veremos posteriormente. Se produce
la falacia de conclusión inatingente cuando un razonamiento con el que se
pretende llegar a una conclusión se utiliza para probar otra diferente. Es
decir, la conclusión no se deriva lógicamente de las premisas. Este
sofisma se presenta de una forma muy simple. En primer lugar se establece
una premisa indiscutible o difícil de rebatir para, acto seguido, implicar
la conclusión con ella, pese a que ambas no guardan relación lógica
alguna.
Una de las
falacias más claras al respecto es la siguiente: El PHN es necesario
porque España necesita una Planificación Hidrológica. Las premisas son
obvias y perfectamente válidas, ya que parece poco cuestionable la
conveniencia (y aún la necesidad) de establecer medidas de planificación
hidrológica (y para muestra, nada mejor que este Congreso). Para
justificar esta necesidad, suelen aparecer con frecuencia en los medios de
comunicación los perjuicios causados por los efectos de desastres
naturales (tanto lluvias torrenciales, como sequía), evidenciándose que se
podían haber evitado si hubiera existido una adecuada planificación.
Pero el que
ésta sea necesaria no quiere decir que este Plan en concreto sea siquiera
aceptable. La bondad del mismo es algo que hay que demostrar para
aceptarlo como bueno. Pero estas cuestiones ya trascienden a la propia
opinión pública, que acepta este Plan Hidrológico, simplemente porque se
necesita algún Plan Hidrológico.
4.2. Falacias de ambigüedad
Las
falacias de ambigüedad son un grupo muy amplio de paralogismos que se
generan cuando alguna palabra puede tener más de un significado literal y
el uso de la misma a lo largo del razonamiento cambia su significado,
induciendo una conclusión errónea.
Uno de los
errores más claros a los que se llega con la falacia de ambigüedad es la
conclusión de que sobra agua del Ebro, conclusión ésta que no deja de
causar estupor a la comunidad científica, por cuanto que el término de
"cuenca excedentaria" es desconocido en la literatura científica. Así,
atiéndase al siguiente silogismo:
a)
Hemos calculado la cantidad de agua necesaria para Aragón si se cumplen
las obras del "Pacto del Agua"
b)
Hemos retraído dicha cantidad a la que actualmente lleva el río y sigue
desembocando 5.000 hm3 de agua en el mar. Por lo tanto, sobra agua del
Ebro.
Éste es un argumento claramente falaz, es propio tanto de la
falacia de conclusión inatingente (sofisma que acabamos de describir),
como de un paralogismo de ambigüedad. Concluir que "sobra" agua es falaz
porque el término "sobra" es absoluto, o general, mientras que las
premisas son particulares. Con estos postulados lo único que se podría
concluir es que hay agua suficiente en el río Ebro para satisfacer el
denominado "Pacto del Agua" en las condiciones actuales, pero de ninguna
manera que "sobre" agua del Ebro, ya que ésta puede requerirse para cubrir
otras necesidades actualmente inatendidas, o que deban serlo en el futuro
y que van desde las propiamente agrícolas o industriales, a las
ecológicas, turísticas, o estéticas, tanto de Aragón, como de las demás
Comunidades Autónomas de la Cuenca del Ebro. Simplemente cabría recordar
que con las aportaciones actuales, el Ebro es incapaz de mantener su
propio delta.
4.3. Argumentum ad baculum (apelación a la
fuerza)
Se
trata de la falacia que se comete cuando se apela al poder que se dispone
para provocar la aceptación de una conclusión. La apelación a la fuerza se
utiliza especialmente cuando han fracasado los razonamientos, o si en
verdad no se dispone de argumentos racionales. En situaciones de
confrontación entre naciones, el más radical y evidente es la amenaza de
guerra, pero se trata, no obstante, de una paralogismo que se produce con
mayor frecuencia de la que pueda llegar a parecer. La apelación a la
fuerza induce a aceptar la conclusión y posteriormente a asimilarla
cognitivamente, con independencia de si el poder al que se apela se ha
obtenido legítima o ilegítimamente. Para entender cómo influye
psicológicamente en el engaño, lo de menos es cómo se ha logrado esa
legitimidad: la apelación a la fuerza es una falacia que se comete cuando
se induce a aceptar una conclusión falsa simple y llanamente, por el hecho
de tener el poder, aunque éste se haya conseguido en las urnas.
Desgraciadamente hay demasiadas apelaciones a la fuerza en el tema que
estamos tratando como para describirlas todas. Detallaremos simplemente
unas cuantas.
Una de las falacias de argumentum ad baculum que se
presentan con más frecuencia es la de que: "el PHN es una cuestión de
Estado. Éste es un gobierno fuerte y, por lo tanto, ejercerá su
responsabilidad de gobernar ejecutando el plan. Así como la de que: "el
Gobierno tiene intención de llevar a cabo el Plan. Intentará llegar a
acuerdos con otras fuerzas políticas y sociales, pero tanto si consigue
dichos apoyos, como si no, el PHN se ejecutará.
Es decir,
la determinación de llevarlo a cabo ya está tomada. Lo único que interesa
eventualmente es convencer a determinados grupos sociales o políticos, si
bien el que se llegue a un acuerdo, o no, no modifica la ejecución del
plan.
El proceso psicológico por el que se llega a la aceptación y
convencimiento de un paralogismo característico de argumentum ad baculum
tiene dos fases. En un primer momento existe la característica "obediencia
a la autoridad", que en psicología social experimental se ha demostrado
que puede llegar a límites insospechados. Posteriormente, y mediante un
proceso de "disonancia cognitiva" se produce la asimilación cognoscitiva
necesaria no sólo para admitir la propia conducta (en este caso la
aceptación de la ejecución del plan), sino para asimilarla cognitivamente,
es decir, convencerse de la bondad de la misma ("no existe otro remedio",
"es el menos malo de los malos remedios", o "se trata, en definitiva de
una solución a un problema difícil").Es decir, se llega a aceptar la
conclusión, incluso convencerse de la misma, sin que quien detenta el
poder haya tenido que justificarla racionalmente.
4.4. Argumentum ad hominem
La falacia
argumentum ad hominem se comete cuando, para desacreditar una conclusión,
se apela a las características personales (de ahí lo de hominem) del
oponente, pese a que dichos atributos no tengan que ver con la conclusión.
En psicología social experimental se ha analizado mucho este fenómeno,
especialmente en el estudio del prejuicio.
En lo que respecta a la
utilización del argumentum ad hominem en el caso de la defensa del PHN,
podemos encontrar destacados ejemplos, como por ejemplo cuando se señala
que "los críticos del PHN son ecologistas radicales". El calificativo de
"radical" tiene para muchas personas una connotación peyorativa. Para
muchos otros, el ecologismo defiende intereses menos importantes que los
valores económicos imperantes socialmente o, simplemente, pretenden
objetivos inalcanzables, por lo que incluso pueden llegar a ser
considerados como ilusos. Calificando de esta manera al oponente nos
ahorramos tener que analizar sus propuestas, porque ya están descartadas
de antemano.
Una de las variedades de argumentum ad hominem más
características, y una de las preferidas en las discusiones de los
políticos cuando los oponentes se enfrentan cara a cara, es la denominada
argumentum ad tu quoque. Esta falacia consiste en rechazar un razonamiento
atacando la inconsistencia del contrario respecto a un tema parecido en el
pasado. Con esta falacia se consigue evitar que se discuta el tema en
profundidad, descalificando al contrario y despreciando las razones del
oponente sin llegar a analizarlas.
Uno de los ejemplos más palmarios
de esta falacia es la crítica del Gobierno a las posibles alternativas que
realiza el principal partido de la oposición en esta materia. El argumentum ad tu quoque, con el que el Gobierno pretende zanjar la
cuestión sin debatir su propio plan hidrológico se explicita de la
siguiente manera: "¿cómo puede el Partido Socialista proponer un plan
alternativo en el que no se planteen trasvases, cuando el plan de Borrell
de 1993 proyectaba la realización de 200 pantanos y 14 trasvases entre
cuencas?.
Para no
caer en este discurso falaz es preciso distinguir entre tres cuestiones
diferentes en dicha pregunta: a) ¿Es bueno o malo el proyecto actual
de plan hidrológico del PSOE? Analícese. b) ¿Fue bueno o malo el plan
hidrológico que planteó Borrell? Analícese (si es que interesa ahora).
c) ¿Es bueno o malo el PHN que plantea el Gobierno?. Analícese.
Mezclar las
preguntas y justificar la bondad del PHN del Gobierno por el hecho de que
el anterior del PSOE (versión Borrell) fuera un desatino (aunque realmente
llegara a serlo), es aplicar con todo su rigor el argumentum ad tu quoque, que es falaz y que, por lo tanto induce a engaño.
4.5. Sofisma patético
Se trata de
una falacia que apela principalmente a la emoción (pathos) y no a la
razón. La apelación a las emociones es un recurso muy eficaz, porque en
muchos casos éstas son capaces de movilizar el comportamiento con mayor
eficacia que los argumentos racionales. Digamos que sirve para que la
gente se implique en un determinado asunto y lo haga, además, de una
manera exaltada. No en vano, en psicología se analiza la emoción como un
proceso responsable tanto de la inducción como de la intensificación del
comportamiento. La diferencia entre el recurso persuasivo denominado
"apelación a las emociones" y el sofisma patético es que, en este último
caso, la información que se presenta es falaz, por lo que resulta muy
interesante cuando se carecen de argumentos racionales para defender los
postulados. Así, mientras que la apelación a las emociones puede ser un
recurso muy útil para favorecer conductas altruistas, por ejemplo, el
sofisma patético, sin embargo, se utiliza cuando, en ausencia de
argumentos racionales o incluso éticos, se apela a las emociones para
inducir acciones de otro modo poco justificables.
La maniobra del
sofisma patético es muy simple. Sólo consiste en dar con un principio
sobre el que todo el mundo esté de acuerdo, o que nadie se atreva a
refutar, que forme parte de los principales valores que se comparten
socialmente y que tenga una fuerte carga emotiva. Sin ningún tipo de
justificación se identifica el mensaje que queremos transmitir con dicho
principio, de forma que, al asumir este último, se acepte implícito el
mensaje sin cuestionar que se trata de una relación espuria producto de
una argumentación falaz. En este sentido, también consiste en una falacia
de conclusión inatingente, pero cargada de apasionamiento.
Uno de los
sofismas patéticos más claros en el tema que estamos tratando es cuando se
apela a la necesidad del trasvase del Ebro por una cuestión de solidaridad
. Apelar a la solidaridad conlleva reacciones emocionales intensas, ya que
implica ayudar al desfavorecido, un valor que teóricamente es necesario
que prevalezca para evitarse conflictos sociales. Cuando, además se
acompaña de informaciones que ponen de manifiesto las penurias que
acontecen a los perjudicados, esta reacción se convierte en un importante
factor de persuasión. Así, en este caso se apela a la solidaridad, al
tiempo que se presenta con numerosos detalles abundante información sobre
los efectos desastrosos de la sequía en las zonas receptoras del trasvase.
Pero el trasvase de agua del Ebro no puede considerarse en modo
alguno como una cuestión de solidaridad, ya que la solidaridad significa
compartir bienes o recursos que uno posee con quien carece de ellos. Es
decir, quien más tiene, comparte fraternamente algo con el desfavorecido,
siempre que lo necesite más que aquél. No obstante, el agua no es un ente
abstracto, una entelequia, sino que en el caso del PHN pretende ser un
recurso palpable para diversos fines económicos. Y el trasvase tiene
diferentes propósitos en función de donde se dirija. Así, en Almería y
Murcia se pretende que se destine principalmente para uso agrícola, en la
Comunidad Valenciana para el sector turístico y en Cataluña su finalidad
será la industria.
Por ello no es una cuestión de solidaridad la
demanda de agua para la agricultura de Almería y Murcia, que son las
principales zonas hortofrutícolas de Europa. O para la actividad turística
de la Comunidad Valenciana, que es una de las principales áreas turísticas
del Mediterráneo. Ni para el cinturón de Barcelona, sin duda el de mayor
actividad industrial de España. Especialmente cuando los territorios de la
Cuenca del Ebro son mucho más deficitarios en estas actividades que las
áreas receptoras de agua del trasvase. La solidaridad no consiste en
"compartir el agua", que en este caso es un instrumento, sino ayudar al
desarrollo en los sectores agrícola, turístico, o industrial de los más
desfavorecidos en los mismos. Y no se puede reclamar solidaridad a quien
menos tiene, para que se beneficien los mejor dotados. Esto, simplemente,
es deformación de la realidad.
Otro de los sofismas patéticos que
se utilizan con mucha frecuencia es la conclusión de que "el trasvase es
justificable, porque el agua es de todos" . Como en el caso anterior, se
trata de un sofisma, porque está basado en la falacia de conclusión
inatingente, a la vez que patético, porque apela a reacciones emocionales
para conseguir que se acepte con mayor vehemencia el paralogismo.
El
agua, efectivamente es de todos, en tanto que es un bien público que todos
tenemos derecho a disfrutar. El paralogismo ocurre cuando se concluye que,
puesto que es de todos, también debe ser mía (al fin y al cabo yo también
formo parte de esa comunidad pública). Si es mía, tengo derecho a utilizar
la que necesite. Y si necesito el agua para criar hortalizas, justo es que
me le lleve el agua donde las tengo plantadas.
Se trata de un sofisma
porque el agua, que es de todos, ya cumple una serie de funciones, que no
solamente son las de producir estipendios económicos, sino también
beneficios sociales, ecológicos o estéticos. Y dichos beneficios se
producen allí por donde se encuentra o por donde naturalmente discurre. Y
detraer ese recurso del lugar que naturalmente ocupa de hecho altera, o
incluso destruye, sus actuales funciones, desvirtuándose el sentido
público que se defendía en las premisas. Es patético porque apela a
pasiones. No solamente a la necesidad (en momentos de sequía), sino a las
propias de patriotismo, cuando se asocia la idea de España con la
apropiación de recursos que se encuentran en el territorio nacional.
4.6. Argumentum ad verecundiam (apelación a la autoridad)
El Gobierno
ha señalado en numerosas ocasiones que ha apelado a la opinión de expertos
para justificar la bondad del PHN, tales como miembros del Consejo
Nacional del Agua, Comunidades Autónomas, asociaciones de regantes, etc.
Se trata de una falacia conocida como argumentum ad verecundiam, o falacia
de autoridad, que consiste en basar su argumentación en la opinión de
personas de cierto reconocimiento para justificar unas conclusiones que
son falsas. Para que la opinión de alguien que tiene reconocimiento social
sea válida y no se incurra en la falacia de apelación a la autoridad hay
que tener en cuenta varios requisitos que deben cumplir aquellos a quienes
se recurre y que básicamente podemos reunir en tres puntos:
a)
que se trate de personas de reconocido prestigio profesional o científico
en la materia que están informando b) que no tengan fuertes
intereses en esta cuestión (principalmente políticos o económicos) y
c) que su opinión sea representativa de la de otros expertos
independientes.
Aunque no
sea un requisito imprescindible, debemos intentar contar con la opinión de
varios expertos antes de aceptar las conclusiones. Podemos ver que en
los casos en los que el Gobierno apela a opiniones cualificadas (de
regantes y miembros del CNA principalmente), no se cumple alguno (o
ninguno) de estos requisitos que se consideran imprescindibles para que
dicha opinión sea veraz y que no se induzca al engaño a la opinión pública
mediante la falacia de argumentun ad verecundiam . Así, el primer
requisito establece que la opinión de las personas consultadas debe
referirse a las cuestiones de las que ellos son expertos. Y no puede
concluirse que los regantes, por el mero hecho de ser usuarios del agua
(los principales, puesto que consumen el 80% de la misma), o algunos
miembros del Consejo Nacional del Agua (que están en calidad de
representantes políticos o de colectivos sociales) tengan los
conocimientos científicos necesarios como para ser consultados en
referencia a las cuestiones técnicas de un plan hidrológico. Son los
expertos (investigadores, profesores de universidad, técnicos, etc.) de
cada una de las diferentes disciplinas relacionadas con el agua (ecología,
hidrología, economía, sociología, etc.) los que pueden hablar con
conocimiento de causa. Para ello están los foros como este Congreso.
En segundo lugar, cuando se está discutiendo un plan billonario,
en el que hay muchísimos intereses en juego, principalmente económicos y
políticos, se debe exigir que los expertos consultados estén libres de
sospecha de estar influidos o presionados por dichos intereses. Y eso no
puede asegurarse de muchos de los miembros del Consejo Nacional del Agua,
que también son presidentes de comunidades de regantes, o de otras
instituciones que se van a ver muy favorecidas económicamente, cuando no
se trata de altos cargos del Ministerio sobre los que, evidentemente,
recae fundada sospecha de estar influidos por quienes les ha colocado en
su puesto. Además, y para que todo haga más evidente que se trata de una
falacia, los únicos miembros del Consejo Nacional del Agua que lo eran por
su condición de expertos están en contra de este plan del Gobierno y lo
justifican muy detalladamente, lo cual es un argumento contundente en
contra de la credibilidad de quienes abogan a favor del trasvase.
Por
último, pero no por ello menos importante, la comunidad científica en
general se muestra en desacuerdo con este plan hidrológico y, muy
especialmente, de determinadas obras, tales como construcciones de algunos
pantanos y el propio trasvase de aguas del Ebro. Y pese a que una de las
mejores fórmulas para informarse apropiadamente de cualquier cuestión es
acudir a la opinión de los expertos, la ciencia no funciona con el
principio de autoridad, sino que las conclusiones que emite siempre han
pasado por el filtro de la comprobación experimental (o al menos empírica)
de sus postulados utilizando, además, cauces de comunicación objetivos y
contrastables, tales como Congresos y publicaciones en revistas de
reconocido rigor científico.
5. Referencias bibliográficas
-
Chóliz, M.
(2001). El lenguaje y las mentiras de la propaganda. Valencia, Promolibro.
-
Capaldi, N. (2000). The art of deception. Ney York, Prometeus Books.
-
Durandin, (1993). L'information, la désinformation et la réalité. París, Presses
Universitaires de France.
-
Durandin,
(1982). Les mensonges en propagande et en publicité. París, Presses
Universitaires de France.
-
Plantin,
Ch. (2001). La argumentación. Barcelona, Ariel.
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