OPINIÓN

El Periódico de Aragón. Sábado, 4 de noviembre de 2000

Sala de máquinas
Juan Bolea. Periodista
Marcelino y la Montaña

Si Marcelino no va a la Montaña, la Montaña irá a Marcelino.

Don José María de Pereda, a quien ya nadie lee, acuñó el término de Montaña para ubicar literariamente sus valles pasiegos. Me viene esta imagen porque acabo de descubrir un pequeño tesoro, una edición del "El buey suelto" en la librería de Antonio Vidal. El espíritu generoso del librero sigue entre los estantes, citando de memoria a los clásicos, orientándonos en la búsqueda de la felicidad. Y don José María de Pereda también está allí, decía, conservado en estado puro. Con su Montaña.

A fuerza de ahondar en su raíz, Santander acabó disgregándose de su Castilla natal; hoy es autonomía uniprovincial, con parlamento propio. Y uno se pregunta si, con el paso del tiempo, de este siglo XXI que se debate entre la globalización y la división territorial, no veremos amanecer nuevos cantones.

Por ejemplo, el cantón pirenaico. La raíz de Aragón. Sus alcaldes han bajado al llano, a la taifa, para advertir a Iglesias sobre la orgía represadora. Por allá arriba nadie quiere frontones de agua, ni pueblos inundados, ni más especulación eléctrica. Ahí, en la Montaña, se ha roto el Pacto del Agua. ¿Qué gana el montañés al que le anegan los valles, los pastos y caminos? Tal como sostenía el informe Ameijide, los pirinegros le han dicho a su colega de Bonansa que se aplique el cuento, y que si los fatos y almendrones quieren regar, beber, hacer Expos y Ebros navegables, se construyan el embalse en casa.

La Montaña se pone en pie, al fin, después de un siglo de especulación y latrocinio. Es hora de sacralizar el respeto a la Naturaleza, legislarlo y hacerlo cumplir. Queremos, como Thoreau, que nuestros templos sean nuestros bosques.

Y al otro extremo de la taifa, en la paramera del sur, tan lejos del mar cercano, Teruel se levanta también. Puesto que Madrid no ha ido a la provincia fantasma, Teruel traslada hoy su herida a la capital de Aznar. Allí, en sus céntricas plazas, en el kilómetro cero de la Puerta del Sol, se celebrará un entierro con sordina, el acto simbólico de su defunción política y presupuestaria.

Ninguno de los próceres turolenses, Biel, Lanzuela, Torres, Mesías Gimeno ha comprometido su asistencia a esta especie de auto sacramental con templarios y hospitalarios, moros y cristianos, nobles y villanos, porqueros y cereros, tambores y penitentes de estirpe buñueliana, toda la parafernalia cañí de los Amantes remasterizada por los polichinelas de un mercado medieval. Un mensaje con sorna, con retranca, esta escenificación de Teruel Existe .

Esto es lo que hay. El Norte acantonado, en sublevación, como si el fantasma de Fermín Galán hubiese prendido la mecha de una revuelta. El Sur pegándole la cacerolada a Aznar, subiéndose a la chepa del Estado y dando la bronca en Madrid, reclamando AVES y autopistas, natalidades y fueros, más amor, el loco pendón de la utopía.


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