Tristes
horas las que está viviendo en estos momentos la ribera del
Ebro, con tierras y pueblos anegados y personas abandonando
temporalmente sus casas. Todo el dolor de corazón, la
pesadumbre y la incertidumbre que provoca esta situación en
sus habitantes es la misma que siguen padeciendo los
habitantes de las zonas donde se han construido y se quieren
seguir construyendo pantanos.
Aquellos
que exigen a sus conciudadanos que se vayan de sus casas,
que abandonen sus tierras, sus vecinos, sus amigos y
familiares, su cultura y hasta sus muertos para construir un
pantano, y que ahora padecen esta calamidad, deberían
reflexionar en estos momentos de dolor lo que ello supone.
Quizás ahora comprendan por qué muchos nos oponemos a que
se sigan inundando más pueblos y valles.
La
única diferencia es que los que se van ahora de sus pueblos
en pocos días podrán recobrar la normalidad, mientras que
las heridas provocadas por el destierro forzado por un
pantano no se podrán curar nunca. Que piensen, antes de
pedir más embalses, si utilizan el agua con la mesura
debida, cómo podrían ahorrarla, cuáles serían los
cultivos adecuados, cómo mejorar los sistemas de riego para
ser menos derrochadores, cómo acumular el agua junto a sus
tierras y cómo podrían contaminarla menos. En definitiva,
deberían reflexionar en lo que pueden hacer para resolver
sus problemas sin tener que fastidiar al prójimo.
Sus
exigencias de solidaridad con respecto al agua tienen la
misma legitimidad que las realizadas desde el levante con
respecto al trasvase.
Si
en algunos polígonos de riego se hubieran construido ya
balsas y pequeños pantanos laterales podrían acumular el
agua que luego reclamarán en vez de estar pidiendo más
grandes pantanos.
|