OPINIÓN

El Periódico de Aragón, viernes 8 de diciembre de 2000

Carta abierta a Marcelino Iglesias
Pedro Arrojo. Profesor de Universidad
 
Su mensaje, señor presidente, es claro y coherente cuando habla hacia el resto del Estado, pero se quiebra y se llena de contradicciones cuando habla y actúa de cara a Aragón

A estas alturas, la denuncia que desde la universidad y desde Coagret hicimos ya en 1994, señalando que el Pacto de Agua era la antesala necesaria de los trasvases, se ha transformado en una obviedad.

En los últimos meses hemos visto con agrado como usted asumía el liderazgo institucional de la lucha contra esos trasvases, recogiendo uno a uno practicamente todos nuestros argumentos en pro del necesario giro hacia una moderna política hidrológica, basada en lo que llamamos la Nueva Cultura del Agua. Hemos visto como asumía la defensa de un nuevo modelo de desarrollo sostenible territorialmente equilibrado y la necesidad de priorizar la buena gestión, la eficiencia y el ahorro a las estrategias "de oferta" basadas en el hormigón subvencionado. Le hemos visto asumir las banderas ecologistas de la defensa del medio ambiente, de los ríos, del Delta del Ebro... Le hemos visto incluso defender que la democracia no puede consistir simplemente en imponer la pretendida voluntad de las mayorías, sino que debe respetar la dignidad y el derecho al futuro de las minorías. ¿Recuerda usted esa inteligente y profunda reflexión que hace ya año y medio hacían los alcaldes y colectivos pirenaicos en el Manifiesto por la Dignidad de la Montaña firmado en Boltaña? Todos somos minoría en un momento u otro, en un contexto u otro, venían a decir. En la montaña somos minoría frente al llano, pero en el llano lo son frente a Zaragoza, y en Zaragoza junto con todo Aragón lo son frente a valencianos, catalanes y murcianos. Si no somos capaces en Aragón de respetar a nuestras minorías ¿con qué fuerza moral reivindicaremos que se nos respete como aragoneses ante el resto de España?

Su mensaje, señor presidente, es claro y coherente cuando habla hacia el resto del Estado, pero se quiebra y se llena de contradicciones cuando habla y actúa de cara a Aragón. ¿No es acaso la montaña merecedora del mismo respeto como minoría, frente a las pretendidas ambiciones de los regantes, que el que usted demanda para Aragón frente a las ambiciones desarrollistas del Arco Mediterráneo? ¿No son acaso los ríos pirenaicos, sus valles .y sus pueblos patrimonios tan dignos a respetar como lo es el Ebro en su conjunto a nivel estatal? Y lo que es más clamoroso: ¿realmente cree usted que esos 1000 nuevos hectómetros cúbicos en Yesa, más 150 en Biscarrués y 100 en Santaliestra van a ser para extender cientos de miles de nuevas hectáreas de regadío, que producirían más multas europeas, por superación de cupos, que productos agrarios propiamente dichos?

Personalmente estoy convencido de que usted no cree ya en ese Pacto del Agua que firmaron, espero que inocentemente. Pero rectificar sigue siendo para la mayoría de ustedes, los profesionales de la política, cosa de débiles y no de sabios como dice el proverbio.

Sepa que no es mi intención exacerbar la crítica contra usted y su incomprensible incomprensión hacia los problemas de quienes, siendo tan aragoneses como usted, ven amenazados sus valles y pueblos, que yo entiendo son los nuestros. Esta es una carta escrita desde el filo de la desesperanza, por alguien que le ha defendido, a pesar de todo, en decenas de reuniones y conferencias públicas. Alguien que ha defendido, tal vez con excesiva inocencia política, la necesidad de darle más tiempo y espacio para cumplir sus promesas de investidura, ¿recuerda?: eso de que no se inundaría ningún pueblo más en Aragón y que se abriría una nueva etapa de diálogo para resolver los problemas del agua en nuestra tierra. ¿Recuerda? Sepa en todo caso, que esta desesperanza no significará rendición ante la sinrazón y la prepotencia de quienes hacen de la política de aguas paseos militares o cuestión testicular. Sepa que muchos estaremos por mantener en su lugar la dignidad y la fuerza de la razón que durante tantos años venimos cultivando y que tan escaso espacio ocupa por cierto en su discurso de cara a los problemas en la montaña.

En todo caso, ésta es una carta para decirle que el tiempo se acaba. Que el día en que entre la primera máquina en Yesa, Biscarrués o Santaliestra usted tendrá el dudoso honor de ser el presidente de miles de montañeses y aragoneses que no le veremos como nuestro presidente, a pesar incluso de haberle votado. Señor presidente, no nos defraude.


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