Opinión
www.yesano.com, 10-II-2004
Homenaje a Costa
 

Asociación Cultural en Defensa del Ésera (ACUDE)

Cuando se planteó la construcción del pantano de Barasona allá por 1919, fue la Liga de Contribuyentes de Ribagorza la que encabezó el movimiento de frontal oposición a este proyecto. La Liga era la plasmación del espíritu costista y sus integrantes eran los amigos, los discípulos, los depositarios y los herederos del mensaje de Joaquín Costa y quienes más profundamente conocían -y defendían- su pensamiento.

Resulta revelador que ellos fueran los primeros en oponerse al pantano que destruyó la localidad de Barasona, junto al río Ésera, y que marcó para Ribagorza un período de chantajes, amenazas y mentiras que todavía estamos padeciendo.

Por eso, cuando con el correr de los años se ha insistido con machacona insistencia en la idea de que el pensamiento costista es el que avala la construcción desaforada de pantanos, arrasando para ello con lo que haga falta, los huesos de quienes eran amigos y albaceas de Joaquín Costa deben revolverse en sus tumbas. Unas tumbas, conviene recordarlo, arrasadas también en el recrecimiento del embalse de Barasona a finales de la década de los sesenta del pasado siglo que se llevó por delante el cementerio de Graus en que se encontraban.

Se deben revolver tanto como los propios huesos de Don Joaquín al ver la manipulación y la tergiversación de sus escritos e ideas. Después de tanta mitificación, es curioso constatar que una atenta lectura de su abundante bibliografía depara la relativa sorpresa de que en ningún momento se habla en sus libros de grandes pantanos y de inundación de comarcas enteras para satisfacer demandas hídricas de otros territorios. Sólo hay que recordar que el primitivo canal de Aragón y Cataluña, que tomaba sus caudales de un pequeño azud de derivación todavía hoy existente junto a la central de San José en el congosto de Olvena, servía para desviar agua del Ésera hacia un extenso territorio de las comarcas de La Litera y el Bajo Cinca. Eso ocurría en 1908, todavía en vida de Costa, y fue después cuando llegaron las presiones para almacenar agua cuanto más lejos mejor de las zonas de regadío.

De la tergiversación consciente del pensamiento costista nació una filosofía supuestamente igualitaria -el agua es de todos y es necesario embalsarla allí donde esté para satisfacer las demandas existentes en cualquier punto de la geografía nacional, rezaba y sigue rezando esta doctrina que avala ahora las pretensiones trasvasistas- que ha marcado desde entonces la política hidráulica en España. Con ella se han podido arrasar impunemente numerosos valles de montaña en todo el territorio nacional a cambio de absolutamente nada. Bueno sí, de la misma carga de desprecio, altanería y presión mediática que está sufriendo ahora todo el conjunto de Aragón por su oposición al Plan Hidrológico Nacional. La realidad, machaconamente, ha demostrado la falsedad de la pretendida equidad hídrica; el agua no ha sido de todos sino de quien contaba con las oportunas, oscuras y graciables concesiones, la construcción de los pantanos ha generado únicamente bolsas de miseria, abandono y miedo en las comarcas afectadas pasando a convertirse los valles montañeses en enormes depósitos que, encima, ni siquiera han tributado nunca de forma significativa a las arcas de los municipios que los soportan.

La insolidaridad de la montaña, la tozudez culpable de los montañeses por no dejarse avasallar (eran necesarios -se decía- los sufrimientos de unos cuantos para garantizar nuevos regadíos en virtud de un difuso "bien común"), la necesidad de una mayor producción hidroeléctrica, de nuevos monstruos de hormigón que alimentaran a las grandes industrias del ramo... ; hemos sufrido una permanente cantinela que ha ocultado uno de los más estremecedores expolios que ha vivido el siglo XX.

Un expolio, por cierto, justificado en una maniquea interpretación de un Costa que, ni en sus peores pesadillas, hubiera imaginado que su particular cartilla AEIOU -Altar, Enseñanza, Imprenta, Obras y Urnas-, sirviera de base a una política que, en demasiados valles españoles, ha alcanzado prácticamente cotas de genocidio y se ha traducido en enormes desiertos poblacionales.

Significativamente, los expoliados han sido presentados ante la opinión pública como insolidarios y cerriles individuos dignos del mayor de los desprecios. Curiosamente, la misma táctica que ahora sufre el conjunto de la sociedad aragonesa ante la presión trasvasista de un Plan Hidrológico Nacional absurdo en sus intenciones y en sus justificaciones. Y eso, indiscutiblemente, nunca lo hubiera aceptado un Joaquín Costa que empeñó su vida en la lucha por la dignidad del ser humano.

Por eso, el mejor homenaje que le podemos tributar a su recuerdo en el momento en que se cumplen noventa y tres años de su muerte será el de limpiar la memoria de su obra de esas tergiversaciones y manipulaciones interesadas que la han secuestrado hasta ahora y abrir un debate, limpio, fresco y plural, sobre la vigencia de su pensamiento. Porque, y perdonen quienes puedan sentirse ofendidos, el emotivo acto del homenaje floral ante su estatua que se perpetúa año tras año en Graus, si no viene acompañado de un proceso riguroso de análisis del pensamiento costista, no hace sino momificar el recuerdo de un hombre que fue grande, precisamente, por su repulsa y rechazo a los convencionalismos caducos.

Asociación Río Aragón-COAGRET