El
verdadero debate sobre el agua en Aragón sigue siendo coto
cerrado a los afectados, a los afectados de verdad. Y
afectados son tanto los residentes en las zonas
“pantanizables” y que se oponen a los proyectos contra los
ríos de sus territorios, como las personas de sensibilidad
que, aunque no residamos en esos pueblos, también sentimos
que está en juego algo que va mucho más allá del palmo
arriba o palmo debajo de hormigón. Y si los ecologistas
urbanos, como se nos califica despectivamente tantas veces,
no pintamos nada en la problemática de la montaña y los
embalses, ya me dirán qué pintan los regantes de talonario y
los salvadores impuestos a quienes no precisan de otra
salvación que la de vivir en paz. ¿Es ético tachar de no
dialogantes a quienes llevan a sus espaldas una historia
plagada de asaltos contra lo suyo? ¿Aún han de aportar más
para beneficio de otros? ¿Por qué no se dedican los
partidarios de recrecer esa cota media, a pensar cómo
compensar lo ya destrozado en Sobrarbe o en la canal de
Berdún, por citar sólo dos casos?.
Antes de
sacar las hormigoneras en Yesa, hay alternativas que merecen
ser estudiadas, alternativas respaldadas por los mismos
avales que desaconsejaban el trasvase del Ebro. ¿Por qué no
tomarse el tiempo de conocerlas, de divulgarlas, de
exponerlas a la opinión pública? ¿Es que el diálogo para los
perdedores de siempre, ha de consistir en firmar sin
rechistar lo que otros han fraguado a sus espaldas? ¿Es que
la montaña sólo ha de quedar representada por las voluntades
más débiles, por las de quienes en su día se resignaban a la
perspectiva de verse amurallados cuando estuvo de moda la
cota máxima de Yesa? Por eso, cuando leo y escucho la
contumaz insistencia en la cota media me pregunto... ¿no
estaremos ante una edición retocada y maquillada de aquel
Pacto del Agua donde, en aras a un consenso de pacotilla, se
aprobaron disparates como el pantano de Santaliestra y se
desoyeron las voces que protestaban contra dicho Pacto?
Desde la
indignación por la hipocresía de quienes no cejan en el
empeño de seguir machacando la montaña -¡pero si para eso ya
está Aramón!- y, además quieren presentar esta actitud como
un gesto de diálogo, pero también desde la esperanza que nos
otorga la vía de luz que se abre a raíz del caso de
Santaliestra -luz que debería también alumbrar casos como
Biscarrués, Mularroya y otros desmanes-, me sumo al mensaje
sucinto y claro de quienes ante la imposibilidad de disponer
de cauces adecuados para difundir sus argumentos, se limitan
a decir pacífica pero tajantemente “Yesa No”.
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