Dicen
los sociólogos que en los años 50, cuando el Estado
levantó la actual presa de Yesa, la reacción social
en la comarca no fue plenamente madura y por eso, más
que por la represión del régimen
franquista, no se articuló una respuesta
colectiva frente al pantano. Por un lado las gentes
eran conscientes de que se iba a construir la presa,
pero su subconsciente les decía que su pueblo no podía
desaparecer de ninguna manera. O sea que no se lo
acababan de creer ¿Cómo iba a desaparecer el
escenario de sus vidas? Esa contradicción entre los
niveles consciente y subconsciente les llevó hacia la
resignación y la búsqueda de soluciones
individuales. Según los expertos les faltó ser
conscientes de que, además de perder su casa y su
medio de vida, iban a perder también su identidad
social, algo que no se recupera o atenúa con
indemnizaciones, ni con la idea de que se contribuye
al interés general, ni con el trabajo temporal
durante la construcción de la presa, ni con pueblos
nuevos (ni con diques). Y la cosa es que la identidad
social resulta imprescindible para vivir con un cierto
equilibrio emocional.
Meses
atrás el pueblo de Artieda ha levantado una nueva
escuela, el mayor símbolo que puede erigirse en favor
de la voluntad de persistir como comunidad y de
consolidar la identidad social de un pueblo. La
diferencia entre Artieda y las otras localidades
afectadas en los años 50 y en la actualidad es la
plena madurez con la que reconoce que el problema no sólo
tiene un plano individual, sino también otro
colectivo. Es la comarca la que tiene que sobrevivir
para que no se desmorone la identidad social de los
individuos y éstos no zozobren como personas.
¿Y
cómo es posible que un pequeño pueblo de montaña
tenga semejante lucidez, en una sociedad que exalta el
individualismo y el “yo
lo que quiero es realizarme como individuo”? No
lo sé, pero hay algunas pistas. Alguien de ideas
claras con una gran capacidad de liderazgo. Una
generación de jóvenes con gran conciencia social y
política, algunos de los cuales emigraron, pero al
cabo decidieron regresar y vivir en el pueblo, otros
universitarios y trabajadores que viven físicamente
fuera pero internamente siguen dentro y aportan su
experiencia urbana. Unos padres que, a través de la
educación y los valores transmitidos han debido
contribuir muy mucho a su desarrollo personal. (Conocí
y traté a una madre, de extraordinaria personalidad).
Y yo creo que la figura de Emilio Gastón fue clave en
los primeros momentos, cuando se fraguó la respuesta
inequívoca contraria al pantano, dando seguridad,
calor humano y herramientas para la lucha a unos jóvenes
montañeses inexpertos.
La
lucha titánica por sobrevivir, siempre con una
actitud constructiva y abierta, ha obligado a muchos
artiedanos a sacar lo mejor de sí mismos y a
desarrollar notablemente cualidades como el sentido de
la responsabilidad, la capacidad de análisis crítico
de la realidad social, el sentido comunitario. Uno ha
aprendido mucho de este pueblo, pero el que le
mostraran dónde buscar las cosas fundamentales de la
existencia, no terminará de agradecerlo nunca. La
intensísima actividad contra el embalse, no les ha
descentrado de las cosas esenciales de la vida
cotidiana como el desempeño cabal del trabajo, el
cultivo de la amistad, el desarrollo familiar, la
curiosidad por otras gentes y paisajes. Esa armonía
ha sido fundamental para no caer en la desesperanza ni
en el extremismo, y mantener el pulso con una dignidad
ejemplar. Y es que Artieda en su conjunto se ha ido
convirtiendo en una escuela de vida, además de una
escuela sobre la integración del ser humano en el
territorio, en la Naturaleza. (Resulta sorprendente
comprobar cada año la transformación que
experimentan los estudiantes de Ciencias Ambientales
de la universidad de Alcalá en la visión y valoración
de su profesión tras convivir por unos días con las
gentes de Artieda).
Mucho
han cambiado las cosas en la sociedad española en
relación a la política de aguas. La Nueva Cultura
del Agua es una bola de nieve que crece y crece y no
hay quien la pare. ¿Y saben cuál es una de las
piedrecitas que se encuentran en el centro de la bola
aglutinando nieve a su alrededor desde que empezó a
rodar? Pues Artieda. Aglutinó al Pirineo en los 80 en
la Coordinadora Aragonesa de Pueblos Afectados por
Embalses (COAPE) y, con Javier Martínez Gil en los 90
promovió COAGRET, difundiendo el nuevo paradigma del
agua desde la racionalidad y el sentimiento de arraigo
profundo hacia los paisajes que nos dan la vida. Además,
las circunstancias han hecho que el recrecimiento de
Yesa sea el embalse estrella del PHN, por su función
esencial para el trasvase, por lo que Artieda y Río
Aragón en su trabajo de oposición al recrecimiento,
se sitúan en una posición central en la oposición
al PHN.
Ya
llevamos 16 años de lucha y nos queda mucho camino
por recorrer todavía. Sabemos que esto es una carrera
de fondo por la que han pasado y pasarán muchos
ministros, presidentes de la DGA, de la CHE. La lucha
es muy desigual, pero no principalmente por el reparto
de poder tan asimétrico entre un estado y un
pueblecito de montaña, sino sobre todo por la abismal
diferencia en sensibilidad, talla humana y actitud
ante la vida entre las autoridades que han pasado
defendiendo el recrecimiento en estos años y la
comunidad de Artieda. Es la asimetría entre la
mediocridad y la profundidad. Entre cumplir con una
obligación profesional por encargo y defender valores
esenciales para la construcción de la sociedad. Entre
quien toma decisiones desde una maraña de intereses y
condicionantes y quien se posiciona con una mirada
limpia y sencilla. Entre quienes con los años se
hacen más rígidos, intolerantes y neuróticos (¡cuánto
están sufriendo algunos ex!) y quienes van creciendo
como personas y ganando seguridad y paz consigo
mismos. Si un día llegase un político de talla, el
diálogo y el acuerdo serían posibles, pero hoy por
hoy el abismo ético es tan grande que no es posible
el encuentro.
Entre
tanto Artieda sigue a lo suyo. Defender la postura más
racional y más justa para el conjunto de la sociedad
desde la serenidad, la unión íntima con su paisaje y
sus tradiciones, la hospitalidad y amistad con tantas
personas que se le adhieren. Sólo podemos darles las
gracias por tanto que nos dan y nos enriquecen y
ofrecerles nuestra amistad incondicional. Porque lo
gordo es que han conseguido que estemos en esta lucha
más por amistad hacia ellos que por grandes ideales. |