OPINIÓN

Siete de Aragón, julio de 2001

La escuela de Artieda

José Manuel Nicolau Ibarra

Dicen los sociólogos que en los años 50, cuando el Estado levantó la actual presa de Yesa, la reacción social en la comarca no fue plenamente madura y por eso, más que por la represión del régimen  franquista, no se articuló una respuesta colectiva frente al pantano. Por un lado las gentes eran conscientes de que se iba a construir la presa, pero su subconsciente les decía que su pueblo no podía desaparecer de ninguna manera. O sea que no se lo acababan de creer ¿Cómo iba a desaparecer el escenario de sus vidas? Esa contradicción entre los niveles consciente y subconsciente les llevó hacia la resignación y la búsqueda de soluciones individuales. Según los expertos les faltó ser conscientes de que, además de perder su casa y su medio de vida, iban a perder también su identidad social, algo que no se recupera o atenúa con indemnizaciones, ni con la idea de que se contribuye al interés general, ni con el trabajo temporal durante la construcción de la presa, ni con pueblos nuevos (ni con diques). Y la cosa es que la identidad social resulta imprescindible para vivir con un cierto equilibrio emocional.

Meses atrás el pueblo de Artieda ha levantado una nueva escuela, el mayor símbolo que puede erigirse en favor de la voluntad de persistir como comunidad y de consolidar la identidad social de un pueblo. La diferencia entre Artieda y las otras localidades afectadas en los años 50 y en la actualidad es la plena madurez con la que reconoce que el problema no sólo tiene un plano individual, sino también otro colectivo. Es la comarca la que tiene que sobrevivir para que no se desmorone la identidad social de los individuos y éstos no zozobren como personas.

¿Y cómo es posible que un pequeño pueblo de montaña tenga semejante lucidez, en una sociedad que exalta el individualismo y el “yo lo que quiero es realizarme como individuo”? No lo sé, pero hay algunas pistas. Alguien de ideas claras con una gran capacidad de liderazgo. Una generación de jóvenes con gran conciencia social y política, algunos de los cuales emigraron, pero al cabo decidieron regresar y vivir en el pueblo, otros universitarios y trabajadores que viven físicamente fuera pero internamente siguen dentro y aportan su experiencia urbana. Unos padres que, a través de la educación y los valores transmitidos han debido contribuir muy mucho a su desarrollo personal. (Conocí y traté a una madre, de extraordinaria personalidad). Y yo creo que la figura de Emilio Gastón fue clave en los primeros momentos, cuando se fraguó la respuesta inequívoca contraria al pantano, dando seguridad, calor humano y herramientas para la lucha a unos jóvenes montañeses inexpertos.

La lucha titánica por sobrevivir, siempre con una actitud constructiva y abierta, ha obligado a muchos artiedanos a sacar lo mejor de sí mismos y a desarrollar notablemente cualidades como el sentido de la responsabilidad, la capacidad de análisis crítico de la realidad social, el sentido comunitario. Uno ha aprendido mucho de este pueblo, pero el que le mostraran dónde buscar las cosas fundamentales de la existencia, no terminará de agradecerlo nunca. La intensísima actividad contra el embalse, no les ha descentrado de las cosas esenciales de la vida cotidiana como el desempeño cabal del trabajo, el cultivo de la amistad, el desarrollo familiar, la curiosidad por otras gentes y paisajes. Esa armonía ha sido fundamental para no caer en la desesperanza ni en el extremismo, y mantener el pulso con una dignidad ejemplar. Y es que Artieda en su conjunto se ha ido convirtiendo en una escuela de vida, además de una escuela sobre la integración del ser humano en el territorio, en la Naturaleza. (Resulta sorprendente comprobar cada año la transformación que experimentan los estudiantes de Ciencias Ambientales de la universidad de Alcalá en la visión y valoración de su profesión tras convivir por unos días con las gentes de Artieda).

Mucho han cambiado las cosas en la sociedad española en relación a la política de aguas. La Nueva Cultura del Agua es una bola de nieve que crece y crece y no hay quien la pare. ¿Y saben cuál es una de las piedrecitas que se encuentran en el centro de la bola aglutinando nieve a su alrededor desde que empezó a rodar? Pues Artieda. Aglutinó al Pirineo en los 80 en la Coordinadora Aragonesa de Pueblos Afectados por Embalses (COAPE) y, con Javier Martínez Gil en los 90 promovió COAGRET, difundiendo el nuevo paradigma del agua desde la racionalidad y el sentimiento de arraigo profundo hacia los paisajes que nos dan la vida. Además, las circunstancias han hecho que el recrecimiento de Yesa sea el embalse estrella del PHN, por su función esencial para el trasvase, por lo que Artieda y Río Aragón en su trabajo de oposición al recrecimiento, se sitúan en una posición central en la oposición al PHN.

Ya llevamos 16 años de lucha y nos queda mucho camino por recorrer todavía. Sabemos que esto es una carrera de fondo por la que han pasado y pasarán muchos ministros, presidentes de la DGA, de la CHE. La lucha es muy desigual, pero no principalmente por el reparto de poder tan asimétrico entre un estado y un pueblecito de montaña, sino sobre todo por la abismal diferencia en sensibilidad, talla humana y actitud ante la vida entre las autoridades que han pasado defendiendo el recrecimiento en estos años y la comunidad de Artieda. Es la asimetría entre la mediocridad y la profundidad. Entre cumplir con una obligación profesional por encargo y defender valores esenciales para la construcción de la sociedad. Entre quien toma decisiones desde una maraña de intereses y condicionantes y quien se posiciona con una mirada limpia y sencilla. Entre quienes con los años se hacen más rígidos, intolerantes y neuróticos (¡cuánto están sufriendo algunos ex!) y quienes van creciendo como personas y ganando seguridad y paz consigo mismos. Si un día llegase un político de talla, el diálogo y el acuerdo serían posibles, pero hoy por hoy el abismo ético es tan grande que no es posible el encuentro.

Entre tanto Artieda sigue a lo suyo. Defender la postura más racional y más justa para el conjunto de la sociedad desde la serenidad, la unión íntima con su paisaje y sus tradiciones, la hospitalidad y amistad con tantas personas que se le adhieren. Sólo podemos darles las gracias por tanto que nos dan y nos enriquecen y ofrecerles nuestra amistad incondicional. Porque lo gordo es que han conseguido que estemos en esta lucha más por amistad hacia ellos que por grandes ideales. 

Asociación Río Aragón-COAGRET