MANIFIESTO

Artieda, 10 de noviembre de 2012

POR UN NUEVO TIEMPO PARA LA MONTAÑA Y LA GESTIÓN DEL AGUA

 

El primero de mayo de 1999 el Pirineo presentó a la sociedad aragonesa el “Manifiesto por la Dignidad de la Montaña”. Con el amplio respaldo de ayuntamientos y organizaciones sociales, se reivindicó el derecho de sus habitantes a un desarrollo digno y sostenible, basado en el respeto a sus recursos naturales.

Hoy queremos recordar que en él se decían cosas tan sencillas, pero tan clarificadoras, como que todos somos minoría en algún momento y que por eso, tener la mayoría no da el derecho a doblegar a la minoría; que hay que buscar siempre las mejores alternativas para todos. O que en estas impresionantes montañas se encuentran juntos el todo y la nada, cuando observamos la majestuosidad del paisaje y la ruina ocasionada por los embalses. También se denunciaba que el bienestar de la sociedad montañesa se ha visto perjudicado en buena medida, por la desordenación territorial de las últimas décadas. Desordenación a la que ha contribuido notablemente la política hidráulica de grandes embalses y trasvases. Se ofrecía diálogo como herramienta básica para una política de aguas verdaderamente democrática y justa. Y terminaba enfatizando que las reivindicaciones de la Montaña no deben ser vistas como compensaciones por las pretendidas obras hidráulicas, sino como derechos elementales y como resarcimiento por la deuda histórica con un territorio que tanto ha dado al conjunto del país.

El manifiesto de mayo de 1999 puso de relieve la fuerza ética y de razón que impulsaba a las gentes que lo promovimos, y de allí se derivaron éxitos innegables como la desestimación de los proyectos de Jánovas o Santaliestra, aunque lamentablemente proyectos como el de Itoiz, el Val o Lechago se consumaron, y otros como Yesa, Biscarrués o Mularroya siguen vivos.

Hoy contemplamos consternados cómo la minoría privilegiada de siempre, bajo el amparo de una supuesta democracia que no lo es, mantiene su política desarrollista, de grandes embalses y trasvases, el timo del “Aragón Agua y Futuro”, que sólo sirve a los intereses de algunos. Las Confederaciones siguen manteniendo en nómina y con un peso en la toma de decisiones casi absoluto, a una cúpula de ingenieros de la más rancia tradición y forma de pensar. Se continúan utilizando los sistemas concesionales como prebendas casi gratuitas a los grandes sistemas de riego y compañías hidroeléctricas. Se privatiza la gestión en favor de empresas o consultoras hermanadas con los dirigentes de la administración hídrica.

Y simultáneamente, se utilizan las peores formas con los habitantes del Pirineo afectados por estas infraestructuras. Se compran voluntades aprovechando las debilidades de territorios frágiles que son llevados a la desesperanza. Se utilizan pueblos que se dicen afectados y no lo son, para aislar a quienes luchan contra esta barbarie. Se apalea, imputa y multa a quienes verdaderamente viven de la tierra y por eso la aman y la defienden. Se expropia abusiva y sectariamente con cantidades ridículas. Se destruyen patrimonios que forman parte de la esencia montañesa y, lo más grave, se intenta invisibilizar a las víctimas tratándolas de mero estorbo para megalómanos y ruinosos proyectos.

Es este un camino que sigue hipotecando el espacio montañés, un camino en el que el recurso agua se sigue viendo como algo ajeno a los intereses del territorio que lo produce. Porque el agua se produce en la montaña, se genera en los ecosistemas de montaña gracias a la gestión de sus pobladores. En este sentido, es importante que los montañeses tomemos conciencia de nuestro derecho a tener un papel preeminente en su gestión. Reivindicamos disponer de más poder en los órganos de gestión del agua. Y llamamos a las gentes de estos valles a que se comprometan a luchar contra este proceso colonizador que está contribuyendo de forma decisiva a terminar con uno de los elementos básicos de nuestra identidad. Los ríos, ibones, fuentes, y el paisaje por donde corre el agua, son montaña.

Todo esto no ocurre por casualidad. Tiene raíces profundas y poderosas engarzadas con la especulación, la deshumanización, la mercantilización de todo, la apropiación de lo colectivo en interés de algunos, la aculturización de los territorios con más personalidad. Y todo esto no es ajeno a lo que está ocurriendo con todo lo demás. La razón de esta sinrazón está en un modelo económico depredador cuyos únicos valores los comercializan mercados despóticos. En ese sentido la lucha de la montaña es solidaria con tantas personas que ven recortados sus derechos o se ven privadas de los servicios que satisfacen sus necesidades básicas. Y sobre todo es solidaria con territorios hermanos, como el Delta del Ebro, que conocen de verdad el valor de los ríos.

Pero este no es un camino irreversible. De nuevo hemos de comenzar a trazarlo pero hemos de hacerlo reparando la injusticia cometida, recuperando la vitalidad ahogada en el pasado por las aguas y la memoria de los ausentes. Solo una sociedad que sabe reconocer sus errores y ser generosa en la reparación de los daños que produjeron será creíble para trazar nuevas sendas. Y la montaña, el espacio pirenaico, los valles de nuestros ríos, requieren ese reconocimiento.

Por eso es una obligación irrenunciable exigir reconocimiento y memoria para tantos montañeses que tuvieron que abandonar sus hogares con el corazón roto, y los ojos vacíos de lágrimas derramadas en días y noches de eterna vigilia confiando que, por algún milagro si fuera necesario, las aguas nunca ocuparan los patios de sus casas, ahogaran los árboles de sus huertos, reventaran los muros de sus casas o convirtiera las torres de sus iglesias en tristes y solitarios vigías de un mar muerto. Reconocimiento y memoria reales y no de papel, de hechos y no promesas. Nosotros, hoy aquí, os mostramos ese reconocimiento y un abrazo enorme de gratitud por vuestro ejemplo y testimonio de amor a la tierra de vuestros antepasados.

El nuevo futuro ha de ser diferente o no lo será. Por eso tenemos el firme convencimiento de que estamos en puertas de un nuevo tiempo. Un tiempo que dé nuevas oportunidades a nuestros valles y ríos recuperando la vieja hermandad que tuvieron en el pasado. Un tiempo en el que los desalojos de pueblos o la inundación del sustento de las familias que los habitan sean un triste recuerdo imposible de repetirse porque la racionalidad en la planificación habrá blindado contra esas viejas maneras de hacer. Un tiempo en el que la gestión verdaderamente democrática del uso de las aguas sea una realidad. Un tiempo en el que nacer y vivir en la orilla de un río sea una oportunidad de futuro.

Afortunadamente, para afrontar ese nuevo tiempo contamos también con nuevas generaciones. Jóvenes que han nacido y crecido envueltos en esa reivindicación y que, hoy, están firmemente comprometidos con la defensa de su tierra. Ellos están tomando el relevo con nuevos bríos, nuevas ideas y nuevas formas, pero con la misma esencia de siempre: mantener vivo el territorio que nos ha visto nacer y vivir a tantas generaciones de montañeses.

POR LA DIGNIDAD DE LA MONTAÑA, ¡YESA NO!

Artieda, 10 de noviembre de 2012.

  

Asociación Río Aragón contra el recrecimiento de Yesa-COAGRET
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