Se me eriza
la piel cuando me informan del contenido del informe
realizado para la Confederación Hidrográfica del Ebro en
agosto pasado, y del que este periódico se hizo eco en su
edición de ayer.
Al parecer, a principios del mes de agosto de 2006, los
responsables de las obras de recrecimiento de la presa de
Yesa detectan que se ha producido un gran deslizamiento de
tierras en la ladera izquierda vertiente al fondo del
embalse, y solicitan con urgencia asesoramiento técnico.
El citado informe señala que se ha producido y sigue
produciéndose un gigantesco deslizamiento, con una longitud
y anchura en superficie de la zona deslizada del orden de
500-300 metros, con una profundidad de 20 metros, con
grietas en la ladera de más de 1 metro de anchura, con un
volumen de la zona que se mueve de 3 hm3 (¡¡3 millones de
metros cúbicos!!), y con posibles velocidades del movimiento
de hasta 3 cm/día.
El informe señala también que la causa más posible del
deslizamiento sean las obras del recrecimiento y el depósito
de materiales de excavación en la parte baja de la zona
deslizada, afirmando también que el desembalse que entonces
se estaba produciendo agravaba el deslizamiento. Proponía,
como medida urgente e inmediata, la retirada de los
materiales depositados vertiéndolos al embalse.
Nada de esto se hizo al parecer en su momento, y hoy el
embalse está prácticamente lleno.
Pero de entre todos estos detalles extremadamente graves,
hay otro que llama poderosamente la atención. El informe en
cuestión señala que la ladera deslizada presentaba en el
pasado, antes de comenzar las obras, algún síntoma de
movimiento.
Surge así una pregunta tan lógica como de urgente y
obligatoria respuesta. Si esta ladera presentaba síntomas de
movimiento, ¿por qué en tales condiciones se aprueba un
proyecto y comienzan sus obras? Lo que de lógica tiene la
pregunta, tiene de inquietante la respuesta.
Pero la respuesta es, hoy mejor que mañana, obligatoria y de
la competencia directa, personal e ineludible de la ministra
de Medio Ambiente señora Narbona. Sus subalternos en la
Confederación Hidrográfica del Ebro no tienen credibilidad
alguna en cuanto responsables técnicos de este proyecto
escabroso. Mientras la respuesta y la asunción de
responsabilidades llegan, otra medida se revela como
imprescindible: la inmediata paralización de toda actividad
constructiva en Yesa. En la ribera del Aragón, aguas abajo,
las gentes de bien seguro que lo agradecerán.
Cuando escribo estas líneas, este proyecto escabroso está en
la mesa de la Sala 2ª de lo Penal del Tribunal Supremo,
donde hoy se analiza el recurso del Ayuntamiento de Artieda
(Zaragoza) contra la sentencia de la Audiencia Provincial de
Madrid de 16 de marzo de 2006 que absolvió a diversos ex
altos cargos y ex funcionarios del Ministerio de Medio
Ambiente, que habían sido acusados por el Ayuntamiento y el
Ministerio Fiscal de diversos delitos de prevaricación,
contra el patrimonio histórico artístico, de riesgo
catastrófico y contra los recursos naturales y el medio
ambiente, como consecuencia de su intervención personal en
la tramitación administrativa, autorización y aprobación del
Proyecto de recrecimiento de la presa de Yesa, en las
condiciones de seguridad de las que el informe que hoy hemos
conocido es un claro exponente práctico.
Un proceso penal éste en el que el Ayuntamiento de Artieda
dedicó especial atención a los riesgos geológicos y sísmicos
del proyecto de recrecimiento y de la zona en la que el
mismo se sitúa, en contraposición con los peritos de la
defensa, que negaron a pies juntillas que existiera riesgos
alguno, para defender que todo estaba perfectamente
estudiado. El tiempo, como siempre, coloca a cada cual en su
sitio.
Así las cosas, nunca, pero menos hoy, la Justicia puede ni
debe mirar para otro lado.
Todos los párrafos anteriores vienen referidos a Yesa, pero
recuerdan, con hondo desasosiego, a Itoiz. Itoiz y Yesa,
separados por escasos 25 kilómetros en línea recta, no son
sólo dos grandes embalses. Ambos proyectos comparten hoy
director de llenado y de obras (de la Confederación
Hidrográfica del Ebro), y asesoramiento técnico. No sólo
eso, en ambos proyectos existen importantes deslizamientos
en sus respectivas laderas izquierdas, que no cabe ya
calificar de riesgos, y existen también en ambos casos muy
importantes dificultades para acceder a la información
disponible. En Itoiz con el agravante añadido de que siguen
los terremotos en su entorno, incrementándose en número e
intensidad cuando la Confederación llena el embalse. El
pasado sábado, sin ir más lejos, siete nuevos seísmos.
La señora Narbona tiene que hablar claro a los ciudadanos, y
pronunciarse personalmente para decirnos si sigue apostando
por estos proyectos en estas condiciones o, en otro sentido,
hasta dónde piensa llegar, o si aquí vale todo.
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