Estimados amigos de
Artieda y defensores de las tierras del río Aragón:
Firmar una Declaración de
Impacto Ambiental favorable al recrecimiento, con la opinión
contraria de los técnicos que la trabajaron y sin el Estudio
de Impacto Ambiental requerido y oficialmente solicitado, no
es un delito según la “ciencia” jurídica. Para el sentido
común de los ciudadanos es algo que una sociedad no debería
consentir, pues socava las bases de la convivencia y del
buen funcionamiento de la administración pública.
La sentencia condenatoria
para alguno de los encausados la esperaba casi todo el
mundo, incluidos muchos defensores del recrecimiento. Ha
sido una sorpresa para todos. Para nosotros y para ellos.
Tras 20 años de partido, estamos en el último set, en la
muerte súbita. Teníamos un match point a favor, una
bola de partido, que no ha resultado ganadora. Todavía
disponemos de dos o tres bolas más para conseguir la
victoria: el recurso al Tribunal Supremo y los contenciosos
administrativos, la vía que frenó el proyecto de
Santaliestra. Si algo hemos aprendido tras veinte años de
trabajo es que hay que ser persistente, que a veces el
viento sopla de cola y otras de cara, pero no hay que dejar
de pedalear. La sentencia ha sido un contratiempo que,
quizás duele más, por inesperada y por su argumentación tan
poco convincente. Pero sólo es un contratiempo más, como
otros que hemos sorteado en estos años. Las dificultades nos
han hecho fuertes y nos han unido para seguir avanzando.
También duele por el
envalentonamiento de algunos personajes y entidades que
sabemos más cercanas a intereses particulares y
electoralistas que a la razón y al interés general. Bueno,
que disfruten su “cuarto de hora”. La verdad es que en los
últimos veinte años la política de aguas de la comunidad
aragonesa ha estado demasiado determinada por agentes
externos que han tenido que corregir las propuestas de la
clase política y mediática dominante: ni Comunet, ni
Santaliestra, ni Jánovas, ni Mularroya, ni la financiación
europea de la traída de aguas a Zaragoza desde Yesa
recrecido, ni los regadíos de Monegros en su extensión
original fueron permitidas por jueces, Unión Europea o
Ministerio de Medio Ambiente. Y está por ver todavía lo que
pasa con Yesa. Por supuesto, otras iniciativas
inconsistentes como el Canal de la Margen Derecha o el Plan
de Riegos del Bajo Ebro se diluyeron como azucarillos. La
política de aguas que defienden, tan anclada en el espíritu
de la Ley de 1915, tiene difícil encaje en el actual marco
jurídico y social.
Sin embargo, lo que más
duele, lo que más me duele, es la desazón y la impotencia
que la sentencia haya dejado en muchos de vosotros. Más
amargura que se suma a tantos momentos amargos en las
últimas décadas tras la construcción del actual pantano. El
abandono de los tres pueblos. La marcha a otros lugares. La
soledad de los que os quedasteis. El esfuerzo titánico para
levantar vuestros negocios. La prepotencia de los gerifaltes
de los regantes. El oportunismo de algunos vecinos. El abuso
con las actas de expropiación. Y tantos otros. Mucho sufrir
por defender la tierra de uno, por demandar justicia social
y territorial, por pedir que la razón se imponga a los
intereses, que la nueva política europea del agua sustituya
a la obsoleta doctrina costista. (Por cierto, tiene narices
que ahora estén presentando como víctimas a los seis
exculpados, personas poderosas, de vida desahogada. ¡Qué
manera de manipular la historia!).
Sé de
vuestra entereza, de la que tanto he aprendido. Y que tras
el abatimiento y la tristeza naturales del primer momento,
de nuevo aflorarán las ganas de seguir en la lucha para
salvar este pedazo de territorio histórico, para hacer más
humano este mundo jodido y hermoso. Un abrazo y gracias por
todo.
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