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Heraldo de Huesca, 28  de abril de 2005
Muere María Campo, la “superabuela” de Santaliestra
Ángel Gayúbar. Santaliestra.

Estaba enferma desde hace tiempo, aunque nadie esperaba que el fallecimiento llegara tan de repente. Había estado días atrás ingresada en el hospital pero le acababan de dar de alta cuando, repentinamente, volvió a sentirse mal pocas horas antes de fallecer. María Campo murió en la madrugada del pasado 27 de abril y fue enterrada el día después en esa Santaliestra de la que se convirtió, bien que a su pesar, en un símbolo de la oposición al pantano que se pretendía construir en la localidad.

De personalidad desbordante, María se distinguió como una tenaz opositora al embalse proyectado en Santaliestra porque entendía que su construcción acarrearía la ruina total de la localidad e, incluso, su despoblación en muy poco tiempo. Y vivió un capítulo especialmente amargo cuando fue condenada - en diciembre de 2000- por haber lesionado a un miembro de los grupos rurales de la Guardia Civil en uno de los muchos momentos conflictivos que se sucedieron en el pueblo durante los largos años que antecedieron a la desestimación definitiva del proyecto.

La condena la convirtió en una heroína entre los colectivos que luchaban contra nuevos embalses en el pirineo y quienes propugnaban una nueva cultura del agua que ahora comienza a esbozarse. Ya entonces estaba enferma del corazón tras una vida de duro trabajo en las tierras de su Aguilar natal y en la vecina Santaliestra, donde creó su hogar. Famosa en la comarca de la Ribagorza por la calidad de las cerezas que bajaba al mercado de Graus y por su habilidad para recolectar setas –después de peinar infatigablemente kilómetros y kilómetros de terreno en compañía de su marido- en temporada, la fama no deseada le llegó tras un juicio en el que se le acusaba de causar lesiones a varios miembros de los grupos rurales de la benemérita que habían acudido, en septiembre de 1999, a disolver una concentración no autorizada.

Se le imputaba en la causa ocasionar lesiones como un pinzamiento lumbar, la torcedura de un dedo de una mano, lesiones erosivas en un pie, contusiones por golpes y otras agresiones a varios miembros de los grupos rurales de la Guardia Civil. María, que contaba en ese momento con 73 años y que ya por entonces presentaba un cuadro clínico muy delicado, sufrió en el incidente la dislocación del hombro y diversos hematomas, así como una crisis cardiaca. Su imagen, corajuda y decidida pero ciertamente desvalida por su edad y estado de salud, no cuadraba con las lesiones que se le imputaron y la desproporción entre su figura y su presunta fiereza contribuyó a hacer de ella un icono en el movimiento anti-pantano. Su decisión y arrojo, que le llevó a declarar “he luchado siempre y seguiré luchando hasta la última gota de sangre porque me duele en el alma que nos vayan a enrronar con un pantano", convirtieron a María Campo en la personificación de la voluntad de las gentes de la montaña de defender su territorio y sus expectativas de futuro.
Su imagen cobró entonces una relevancia insospechada y fue objeto de diversos homenajes que agradeció siempre en nombre de todo el pueblo de Santaliestra. Y se mostró siempre como un referente de entrega y energía a pesar de su corazón debilitado. “Nos han hecho mucho daño y estamos escocidos; a mí me han destrozado toda la finca, me han deshecho las acequias de regar, me han arrancado los árboles y estoy muy agraviada”, reconocía hace unas semanas María, que vio hasta sus últimos momentos desde la ventana de su casa sus huertas arrasadas para realizar unos sondeos que fueron declarados ilegales tiempo después.

Pero también se convirtió en un referente de optimismo y entrega cuando los ánimos de sus convecinos flaqueaban tras 11 años de oposición a la maquinaria de la administración. Su entrega fue recompensada hace unas semanas, cuando se conocía la desestimación oficial del pantano y la alegría se desbordaba entre los vecinos de Santaliestra. Ella se alegró como el que más, pero no pudo celebrarlo con la energía que le hubiera gustado por su delicado estado de salud. Aún así, tuvo fuerzas para realizar unas declaraciones que ahora suenan como un epitafio: “ya me podré morir tranquila porque estaba sufriendo por el panorama que les íbamos a dejar a nuestros hijos”.
 

Asociación Río Aragón-COAGRET