Opinión
Fundación Nueva Cultura del Agua, 16-IV-2005
La política oficial se aleja de la nueva cultura del agua  
 

Pedro Arrojo Agudo

Presidente de la FNCA
 

La vía libre que recientemente han recibido los trasvases Júcar-Vinalopó y Tajo-La Mancha, así como el recrecimiento de Yesa y Breña II, en el contexto de vigencia del anexo II del Plan Hidrológico Nacional, aleja la política del Ministerio de Medio Ambiente de los planteamientos de la nueva cultura del agua. La decisión de apoyar estos claros exponentes de la vieja política hidráulica agrava algunos de los principales problemas hídricos que padece el país, como son la gestión de la cuenca del Ebro o el reparto del agua entre la meseta y el litoral, y muy particularmente entre La Mancha y el Sureste.

Paradójicamente, la decisión de impulsar estos proyectos se produce cuando su sinrazón se ha revelado más evidente que nunca a la luz de estudios recientes y cuando el nuevo Gobierno ha hecho suyo el lenguaje de la nueva cultura del agua y ha asumido determinadas decisiones en consonancia con ella.

El desarrollo de la nueva cultura del agua exige la difícil tarea de desactivar el conglomerado de intereses, presiones y justificaciones de la vieja economía de promoción de obras hidráulicas financiadas con fondos públicos, para sustituirla por otra orientada a promover la buena gestión del agua como recurso y de los ecosistemas y paisajes vinculados a ella. En este sentido apunta la derogación de los trasvases del Ebro, decisión del actual Ministerio de Medio Ambiente que, junto con la cancelación o reducción de otros proyectos y el inicio de reformas en la administración del agua, debe valorarse positivamente como un hito que abre camino hacia el necesario cambio de políticas. Pero no ocurre lo mismo con la promoción subvencionada de proyectos de oferta tan absurdos como los arriba mencionados, que entran en grave contradicción con las nuevas estrategias.

Las orientaciones de la nueva cultura del agua convergen con las exigencias de la Directiva Marco del Agua (DMA), que debe dirigir los nuevos planes de gestión de cuencas que se han de redactar entre los años 2006 y 2009. Los primeros trabajos de estos planes de gestión muestran ya la incompatibilidad entre la vieja cultura del agua y los requerimientos de la DMA, que el Ministerio de Medio Ambiente dice querer superar. Sin duda los proyectos antes indicados, unidos al respaldo de regadíos y desarrollo urbanístico cuya insostenibilidad se acentúa si cabe ante el cambio climático, son a todas luces incompatibles con esos requerimientos.

La nueva política del agua exige trascender los intereses establecidos, así como ciertas lógicas electoralistas que inducen a seguir promoviendo proyectos cada vez más desfasados de la realidad. Para salir de esta espiral empobrecedora hay que subrayar que la política tradicional de obras hidráulicas se ha saldado con notables fracasos: lejos de conseguir agua abundante “para todos”, ha impulsado la espiral insostenible de demanda de agua y la crispación en su reparto así como la disminución de la calidad.

Lejos de trasvasar “excedentes”, ha contribuido a agravar el deterioro de los ecosistemas acuáticos de las cuencas supuestamente excedentarias. En lugar de “llevar agua de donde sobra a donde falta”, la carencia de caudales a trasvasar induce ahora a intensificar la presión sobre cuencas cedentes sobreexplotadas para mantener vivos proyectos de obras obsoletos. Cuando las cuencas del Júcar y del Tajo están ya bajo mínimos por el desarrollo subvencionado de regadíos insostenibles —que se siguen impulsando también en la cuenca del Ebro—, en lugar de programar su recuperación se proponen nuevos aprovechamientos. La nueva cultura del agua exige explicar que la realización de estos proyectos obsoletos, lejos de solucionar los problemas, contribuirá a agravarlos, además de suponer un absurdo despilfarro de recursos y de hipotecar soluciones más razonables.

La nueva cultura del agua sostiene que la solución de estos problemas trasciende tanto a los planteamientos presuntamente técnicos habituales, como a las negociaciones políticas que se practican en ese contexto. No se trata de remozar la vieja ingeniería civil con nuevas herramientas informáticas supuestamente infalibles o de poner en juego nuevas tecnologías para mantener las capacidades de oferta sin revisar la racionalidad y solvencia de las demandas, sino de hacer que la reflexión trascienda a lo técnico para integrar básicamente las dimensiones económicas, ambientales y culturales, en un programa de participación pública y negociación política a gran escala.

Ello requiere tomar la iniciativa diseñando una estrategia realista de aplicación de nuevos instrumentos que interesen a una mayoría social mucho más amplia que la que objetivamente pueda estar interesada en la vieja política de obras hidráulicas, resolviendo los conflictos mediante consensos razonables. En esta dirección apuntan los intentos que se están gestando, no sin contradicciones, en las Cuencas Internas de Cataluña. Los consensos mencionados deberían alcanzarse a todos los niveles políticos y sociales, denunciando el escaso interés general de las obras tradicionalmente propuestas y negociando soluciones más eficientes sobre nuevas bases legales, técnicas y económicas, no sobre las antiguas. Hoy constatamos actitudes diferentes de las tradicionales de corte autoritario, que algunos de los anteriores gobiernos llevaron a sus expresiones más duras; y ello es positivo. Sin embargo, la Fundación Nueva Cultura del Agua quiere llamar la atención sobre la inflexión involutiva que las decisiones mencionadas están imprimiendo a las políticas enunciadas por el Ministerio de Medio Ambiente así como por su falta de pedagogía social. Con la actitud crítica y constructiva que hemos venido manteniendo en todo momento, esta Fundación reitera su apoyo para la elaboración y la aplicación de las nuevas estrategias que la Directiva Marco exige.

Para más información: www.unizar.es/fnca

Asociación Río Aragón-COAGRET