OPINIÓN
Le Courrier

Diciembre de 2000

Trasvase del Ebro: una solución incompleta

Octavi Martí, periodista del Correo de la UNESCO.

España es un país con poca agua que consume mucha. Para paliar la escasez, el gobierno propone una solución técnica: el trasvase del Ebro. Otras voces reclaman soluciones que penalicen el despilfarro e incentiven el ahorro y la reutilización.

El llamado problema del agua se transformará en guerra del agua” pronosticaba, en 1997, el profesor José Manuel Naredo al analizar la situación española desde su perspectiva de experto en temas ecológicos. El 8 de octubre de 2000, casi 400.000 personas desfilaron por las calles de Zaragoza —una ciudad que cuenta con 650.000 habitantes— para protestar contra el Plan Hidrológico Nacional (PHN), presentado por el gobierno español el 5 de septiembre anterior. La principal medida prevista por el Plan consiste en trasvasar parte del caudal del Ebro —1.000 hectómetros cúbicos (hm3) anuales— hacia zonas con problemas de sequía coyuntural o estructural, todas ellas situadas en la costa mediterránea. Para los aragoneses, los 700.000 millones de pesetas (más de 3.500 millones de dólares) que el gobierno quiere gastarse en una obra que comporta 529 km de nuevas canalizaciones y varios embalses son 700.000 gotas de más en un vaso que ya rebosa.

La comunidad de Aragón, cada día más despoblada —más de la mitad de sus habitantes vive en Zaragoza— estima que el PHN olvida de nuevo la región y que ahora se trata de un caso de agravio comparativo. En una simplificación un tanto demagógica, los 400.000 manifestantes gritaron que el agua del Ebro, de su Ebro, servirá para regar campos de golf, llenar las piscinas de los turistas y alimentar los parques temáticos, mientras ellos se mueren de sed y abandono.

“Lo que ha entrado en crisis es el criterio que preside la política hidráulica española desde hace un siglo, que puede resumirse así: hay que tomar el agua de donde sobra para llevarla a donde falta”, dice Naredo. Para quienes critican el PHN, no se trata tan sólo de que el suministro de agua no puede seguirse gestionando hoy desde criterios meramente técnicos; ni de que el trasvase en sí sea criticable porque los hidrólogos afirman que en el transcurso de los últimos 25 años la cuenca del Ebro ha dejado de ser excedentaria. Ni tampoco de que la medida no tenga en cuenta la dinámica de creación de nuevos regadíos que genera el anuncio de una operación de este tipo, sino de que el trasvase es lisa y llanamente innecesario. Para el profesor Enric Tello, especialista en Historia Económica, la solución pasa por “organizar la oferta de otro modo”. Tello cree que España “padece de hidroesquizofrenia” y que “tarde o temprano los contribuyentes terminarán por preguntarse qué sentido tiene seguir subvencionando el suministro de agua para unos cultivos que también están subvencionados y que, a menudo, son excedentarios”. La diferencia abismal entre los precios del agua destinada a riego, la que va a ser utilizada en la ciudad o por la industria y la que acabará embotellada es el motor mismo de esa “hidroesquizofrenia”. ¿Por qué no intentar acercar esos precios? La respuesta puede que esté en un detalle que tanto Tello como Naredo no dudan en subrayar: el ministro español de Medio Ambiente, Jaume Matas, presentó el PHN en la sede de la patronal de constructoras de obras públicas.

Cada kilo de maíz manchego exige una tonelada de agua
En el ministerio el análisis es diferente. Creen que la demanda de agua seguirá creciendo, lo cual requiere proyectar costosos acueductos. Se admite que conviene congelar la superficie destinada a regadío —3.437.038 ha.— pero se impulsa el trasvase y se habla de más de 70 nuevos pantanos en un plan de inversiones de más de 15.000 millones de dólares en ocho años. Todo ello entra en contradicción con la Directiva Marco de la Unión Europea, pues en ella se toma cada cuenca hidrográfica como una unidad de gestión, lo cual impide los trasvases entre diferentes cuencas.

El ministro cree que “el PHN es un camino que no tiene vuelta atrás” y que con él “resolveremos definitivamente el problema del agua”. Lo cierto es que España, donde existen 1.070 embalses de grandes dimensiones, es el país del mundo con mayor superficie ocupada por el agua de los embalses en proporción a su territorio total. Muchos de esos pantanos son inútiles, como lo prueba el que, durante meses, sólo acojan entre el 5% y el 10% de su capacidad teórica. Mediados los años 60 se emprendió un primer gran trasvase, el del Tajo hacia el Segura. Sobre el papel se trataba de enviar 600 hm3 de una cuenca a otra, pero en 1999 las comunidades regionales tuvieron que negociar para que Castilla aceptase ceder sólo 40 hm3. ¿Qué ha pasado para que menos del 10% de lo proyectado ya sea demasiado? En La Mancha, en la Meseta, ha proliferado el cultivo del maíz, gran consumidor de agua. 150.000 ha. de maizales sobreexplotan el agua subterránea y reclaman más agua del Tajo. Antes, en la zona murciana, desde el momento mismo en que empezó a hablarse del trasvase, la zona de regadío creció en 53.000 ha. El biólogo José Luis Benito constata que “por increíble que parezca, el trasvase convirtió una sequía eventual y episódica en estructural y permanente”.

El clima mediterráneo es el de unos 40 millones de ha. del territorio español. Es un clima que no hace coincidir los periodos lluviosos con los de calor, como es el caso de los monzónicos, de manera que la vegetación nunca es muy abundante. Plantar maíz, alfalfa, patatas o judías en esas zonas no es lo más recomendable, porque son cultivos que reclaman mucha agua. Por ejemplo, se calcula que cada kilo de maíz manchego exige una tonelada de agua. Si ese cálculo se aplicase al precio de dicha agua constataríamos, como lo ha hecho Pedro Arrojo en su estudio sobre los regadíos aragoneses, que el 45% de los mismos serían deficitarios sin las subvenciones y el 90% no serían suficientemente rentables como para ser explotados.

Esa situación lleva a Enric Tello a reclamar, en nombre de un crecimiento sostenible que, “si por razones vitales para el equilibrio territorial y de orden socioambiental” hay que subvencionar la agricultura, “conviene que lo sean directamente las explotaciones agrarias y no el agua, el combustible o los abonos químicos”. En efecto, la elección de cultivos no adecuados al clima se acabaría si el precio del agua destinada al riego fuese más alto y no hasta 100 veces más barata que la de uso industrial. Lo que Tello propone ya ha sido experimentado con buenos resultados en Estados Unidos a través del llamado “Banco de Agua de California”. Ese “mercado” permite a los campesinos vender temporalmente parte de sus concesiones de riego. Los compradores urbanos abonan un precio más alto, de manera que la venta les permite compensar lo que pierden al pasar su explotación de regadío a secano. En resumen, la ciudad obtiene el agua que necesita, el agricultor no pierde dinero y el medio ambiente no sufre sobreexplotación.

Penalizar el despilfarro e incentivar el ahorro
La Comunidad autónoma catalana, que recibiría, según el PHN, 180 hm3 —para Valencia serían 300, 430 para Murcia y 90 para la provincia andaluza de Almería— no tiene en estos momentos problemas de suministro ni su demografía permite pensar que vaya a tenerlos en los próximos 25 años. El profesor Naredo indica además que, a raíz de la transformación que vivió Barcelona antes de los Juegos Olímpicos de 1992, que supuso el cierre de viejas industrias muy golosas en agua, “la ciudad ha visto cómo aumentaba su nivel freático, exigiendo cada vez más bombeos para evitar que se inunden la red de metro y los aparcamientos subterráneos”. Partiendo de la experiencia de un 20% de los habitantes del área metropolitana de Barcelona, que durante más de seis años se organizaron para negarse a pagar la parte correspondiente a los impuestos incluida en la factura del agua, Enric Tello ha estudiado los beneficios que podrían obtenerse de “un sistema de tarifas que penalice el despilfarro e incentive el ahorro y la reutilización”. La industria, cuando ha visto que el precio del metro cúbico de agua podía costarle diez veces más barato si depuraba el agua antes de devolverla al río, lo ha hecho al tiempo que racionalizaba el consumo. En su estudio sobre la fiscalidad ambiental, Tello demuestra que invertir 500 dólares en todos los hogares de Cataluña para equiparlos con electrodomésticos y sanitarios que ahorren y reutilicen el agua supondría una inversión menor que otro trasvase proyectado, el del Ródano desde el sur de Francia hacia Barcelona, cuyo coste previsto supera los mil millones de dólares.

Una fiscalidad que obligase a dejar de malgastar el agua también serviría para resolver otro gran problema: el de unas conducciones obsoletas. Pedro Arrojo ha constatado que en su ciudad de Zaragoza el consumo de agua es idéntico durante día que a lo largo de la noche debido a las enormes fugas que presenta la red de distribución.

La agricultura absorbe 80% de la demanda de agua
En realidad, España recibe cada año precipitaciones que aportan 346.000 hm3, pero de éstos, una vez superado el fenómeno de evotranspiración, sólo quedan 109.000. Ese agua debiera ser suficiente para atender una demanda anual de 35.000, el 80% de la cual corresponde a esa agricultura que la paga, en la gran mayoría de casos, a una peseta el metro cúbico.

En las zonas en que el precio del agua para riego es medianamente alto —30 pesetas el m3, ya sea porque proviene de plantas desalinizadoras, ya sea porque procede de acuíferos subterráneos que hay que proteger, los cultivos se han tecnificado de manera extraordinaria. Almería, que veinte años atrás era la provincia más pobre de España, es hoy la que crece más deprisa y la que absorbe, proporcionalmente, más mano de obra extranjera. Pero el gran rendimiento de los cultivos hidropónicos o en substrato ha hecho que Almería, además de necesitar de pronto a esos 30.000 emigrantes sin saber acogerlos ni integrarlos, cuente también con 13.000 ha. de regadío ilegales.

El trasvase del Ebro es un remedio técnico ineficaz para un problema cultural, social, político y económico. Según sus detractores, no resuelve nada, pero crea otros muchos problemas. Y en ese sentido tampoco debieran olvidarse los señalados por las asociaciones de ecologistas, que temen por la desaparición del delta del Ebro, la segunda gran reserva ecológica del país, que el título de un libro de 1999 presenta como un “sistema amenazado”. Entre finales del XIX y hoy el aporte de sedimentos del Ebro se ha reducido en un 95%. De ahí también que el Estado tenga que invertir cada año 100 millones de dólares aportando arena a playas que se han quedado sin ella. Eso sí, si la desertización sigue progresando arena nunca les faltará.

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