CULTURA DEL AGUA
Allí donde el río es una corriente de agua salvaje y ociosa, sin diques, ni
saltos, ni embalses, adscrito a la acción de la naturaleza y a la pasividad
del hombre, el viajero se cita con Pedro Arrojo, profesor de Economía del
Agua en Zaragoza.
ARCADI ESPADA
El viajero conoció a Pedro Arrojo una noche que venía de tirarle agua a un
ministro del Gobierno de España. '¿No quieren agua? ¡Pues toma agua!', iba
repitiendo el líder aragonés del movimiento antitrasvase. Al mismo tiempo,
el caballero Arrojo mostraba con satisfacción las marcas que las porras de
la policía le habían dejado en la piel. 'No sé por qué nos pegan, si les
damos lo que quieren. ¡Tomad agua!'. El viajero acaba de llegar a Fontibre y
Arrojo está con él.
En tránsito, el viajero debe atenerse a un gran número
de convenciones físicas: ni puede correr como la luz ni gozar de la
ubicuidad. Pero con la escritura es otro y, para contradecir la ley del
mundo, sólo necesita enseñar las cartas de su relato: Arrojo cena en
Zaragoza, contento con la explosión de sus bolsas de agua y contento con sus
golpes, y está también en Fontibre esta mañana complaciendo al viajero, que
quiso verlo junto al río, cuando el río es una corriente de agua salvaje y
ociosa, sin diques, sin saltos, sin embalses, adscrito a la acción de la
naturaleza y a la pasividad del hombre.
El viajero hace oídos sordos a toda la escenificación preparada en
Fontibre, a la estética de picnic escolar que celebra aquí el supuesto nacimiento del
Ebro. Él va río arriba. Y, si no fuera por sus errores gramaticales,
ignoraría incluso la frase de Menéndez y Pelayo que orla y saca brillo a la
regia alegoría del nacimiento ibérico, con la Virgen, el Toro y demás
fecundaciones. No vale la pena extenderse en ello. Además, Arrojo soporta
mal todo tipo de regulaciones, incluidas las poéticas. Más allá del friso
ibérico, siguiendo estas palabras a mano derecha, encuentran la palabra
recodo y se sientan sobre su hierba. Sobre cada palabra hay siempre otra y
sólo se trata de elegir la más cómoda.
-Hagamos las presentaciones, caballero.
-Yo soy Pedro Arrojo, profesor de Economía del Agua en Zaragoza: el hormigón
cuesta más de lo que produce.
-¿Todo va junto?
-Sí, todo va junto. Si pretende que le hable de pajaritos o pececillos, no
está usted con el hombre. Mi tema son los números. El río es mucho más
rentable como río que produciendo electricidad, o cualquier otro bien
derivado de la hormigonera.
-Esos números deben ser interesantes.
-Lo son: el turismo rural, de aventura, el naturalismo. Todo eso da mucho
dinero.
-Los españoles viven de Benidorm y no de alquilar kayaks sobre aguas
bravías.
-Benidorm me repugna.
-Hablábamos de dinero.
-Bien: ¿sabe para qué sirve un río salvaje? Para regenerar las playas. Desde
que el Ebro baja sin sedimentos, la arena de las playas mediterráneas ha
entrado en crisis. ¿Sabe para qué sirve un río salvaje? Para proteger los
bancos de peces de los mares. Los alevines se nutren del río en su
desembocadura y luego se dispersan. Sin ese alimento, los bancos de peces
desaparecen. ¿Alguien ha contado cuánto vale esto, en términos estrictamente
económicos?
-Usted.
-Las sumas son fáciles. ¿Por qué la economía se basa siempre en la cantidad
y no en la calidad?
-Eso es una pregunta, no una suma.
-Ésa es la suma. Estar contra el trasvase del Ebro es impugnar el actual
modelo de crecimiento mediterráneo.
-El problema es si hay otro crecimiento posible en España.
-En el año 1973, cuando se habló del trasvase del Ebro a Barcelona, también
se dijo que si no había trasvase la economía barcelonesa quebraría,
exactamente, en 1985. No hubo trasvase y la economía barcelonesa está mejor
que nunca. Pero más allá del eterno chantaje, ¿es que hemos de aceptar un
crecimiento basado en la destrucción?
-El problema es si hay otro crecimiento posible, etcétera...
-Yo no quiero eso. No queremos eso. Está bien, lo acepto: somos minoría.
Pero le digo que las minorías no se van a dejar hacer el trasvase. El
trasvase no se hará. Aunque puede pasar lo peor: una serie de obras
inacabadas y el río roto.
-¿De quién es el agua?
-¿De quién es la Alhambra?
-El agua canta en su cerebro.
-El río es de todos. La Alhambra es de todos. Pero no vendrán los de
Benidorm a llevarse la Alhambra.
-No creo: antes la harán allí.
-Pues que busquen en otro sitio el agua... cantarina, como usted dice.
¿Volvemos a los números?
-Todo es música.
-El trasvase del Ebro supone al año algo más de mil hectómetros cúbicos.
Pues bien: hay estudios que demuestran que las reparaciones en las redes de
distribuciones de agua permitirían ahorrar una cantidad anual de 1.500
hectómetros cúbicos. Ésa es la diferencia entre una inversión sostenible y
otra que no lo es.
-Me pregunto por qué son malvados y necios, y por qué quieren lo peor para
su patria.
-Defienden sus intereses. Los votos están en el Mediterráneo. Aunque no se
haga el trasvase, ellos han ganado ya. Les ha bastado con demostrar sus
buenas intenciones.
-Caballero, hemos terminado.
-El río, como río, recuérdelo: ésa es la nueva cultura del agua.
-No lo olvidaré mientras viva. Y ahora perdóneme, pero debo llegar al Pico.
El viajero abre el coche. Echa un vistazo a las montañas. Aún no ha llegado
la niebla.
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