Reportaje

 

Diario del AltoAragón, 19 de septiembre de 2004


Patrimonio arqueológico bajo las aguas

  • Dos excavaciones en Ruesta sacan a la luz restos de una necrópolis de la Edad del Hierro y una villa romana inundadas por Yesa

La zona del entorno del actual embalse de Yesa tiene una gran riqueza patrimonial arqueológica invitando a ser redescubierta y estudiada, y esto es lo que, por fin, después de dos décadas de espera, se está haciendo con dos importantes vestigios que ya estaban catalogados: la necrópolis de la Edad del Hierro, uno de los escasos hitos de esta época que quedan en Aragón, y la villa romana –o quizás poblado–, que se encuentran en las zonas denominadas Salada II o Arroyo Vizcarra, y Salada I, respectivamente. Están ubicadas cerca de Ruesta, en lo que fue su término municipal antes de que se hiciera el embalse, y que con motivo de la construcción de éste pasó a engrosar el de Urriés.



Luisa PUEYO JACA.- Un equipo con una veintena de trabajadores, dirigidos por dos arqueólogos, se ocupa desde hace algo más de un mes de realizar las excavaciones pertinentes que permitirán aportar más datos a la historia del territorio aragonés. Podrán trabajar hasta final de año –según tienen previsto- si no sube el nivel de las aguas, pues se da la circunstancia de que ambos yacimientos se encuentran habitualmente ocultos por el embalse. El periodo anual de estiaje los deja ahora a la vista. Lo mismo ocurre con un tercero, el de Salada III, donde hace unos años se descubrieron unas 113 tumbas de lajas, distribuidas de forma dispersa.

Las excavaciones, que realiza la empresa zaragozana Fidias Trade SA, no tienen relación con el recrecimiento del embalse, sino que ya estaban planteadas de antemano por el Gobierno de Aragón, ya que se trata de unos vestigios de los que se tenía constancia desde 1984, y así figura en lo publicado por el Museo Provincial de Zaragoza. En 1993 se realizaron unos sondeos que confirmaron la existencia de estos restos.

La necrópolis de Salada II supone un hallazgo notable. Se trata de un yacimiento con nada menos que 14 enterramientos tumulares fechados en los siglos IV o V antes de Cristo. Desde que se supo de su existencia hasta el inicio de las tareas de excavación ha habido suficiente tiempo como para que las aguas hayan influido de forma negativa –y pese a todo, numerosas losas siguen en la posición vertical en que fueron colocadas siglos atrás–, y también los furtivos, que no han dudado en aprovechar los paréntesis ofrecidos por el estiaje y se han llevado los objetos que habitualmente forman parte de este tipo de enterramientos.

El arqueólogo Rubén Peláez, que dirige esta parte de la excavación, explica que los enterramientos se hacían con incineración, pero suele haber botones, fíbulas o alfileres de bronce, broches o el ornamento de un guerrero acompañando los restos, que se depositan, bien en urnas, bien en hoyos, y sólo éstos últimos se han encontrado. “Son enterramientos tumulares con forma circular, compuestos por un anillo exterior de lajas y una cista en el centro, con un hoyo. El que años atrás descubrió la necrópolis habló entonces de urnas, pero al año siguiente ya no estaban”.

Sí se han encontrado “alguna esquirla ósea y algo de cerámica” en estas sepulturas, que pudieron tener pervivencia “en la época celtibérica e incluso en la romana”. En cuanto a los restos romanos de Salada I, la arqueóloga que dirige los trabajos, Blanca del Real, indica que “está aún por definir si es una villa o un conjunto más complejo, como un poblado”, y precisa que, en todo caso, se fecha en los siglos I o II después de Cristo, en época alto imperial. Se sabía de la existencia de estos vestigios, pero no su extensión, “que es lo que tratamos de delimitar, y calculamos que será amplia”, comenta, y destaca la importancia que tiene el hallazgo “para conocer el poblamiento que había en época romana”. Hay que recordar que de esta época data la primera instalación de aguas termales que da nombre a Tiermas, el pueblo situado en lo alto, al otro lado del embalse, y abandonado por causa de éste, al igual que Ruesta y Escó.

En las excavaciones de Salada I y II ha sido necesario emplear maquinaria pesada para quitar las capas de limos depositadas por la acción del agua. Sobre los enterramientos tumulares se han retirado entre 10 y 25 centímetros, mientras que en la villa romana hay capas de hasta 1 metro de espesor, ya que se trata de una zona menos afectada por la inundación del embalse, pero más por la erosión de las laderas próximas. Los resultados de los hallazgos han comenzado a estudiarse ya en laboratorio y mediante el uso de la informática.

Se van tomando imágenes en fotografía y vídeo y se levantan planos de lo que aparece y su ubicación. La intención es que todo quede perfectamente documentado.

Lo mismo pide la Asociación Río Aragón contra el recrecimiento de Yesa respecto a todos los demás vestigios arqueológicos existentes en el entorno del embalse: que se excaven y se estudien. El colectivo, crítico con la actitud del Gobierno de Aragón, le acusa de “desidia” en cuanto a conservación patrimonial porque no tiene intención de impedir que el recrecimiento del embalse inunde 22 kilómetros del Camino de Santiago, con sus correspondientes hitos, y asegura que “su voluntad de diálogo respecto al patrimonio es pura fachada”. Río Aragón señala que, por trabajos puntuales y no “por una investigación intensiva”, se tiene constancia de la existencia de diversos yacimientos, algunos afectados por el actual embalse y otros en peligro si éste se recrece.

La Asociación habla de la existencia de varios poblados medievales que citan fuentes documentales, pero sin datos suficientes para ubicarlos en el mapa con exactitud. Así ocurre con los de Benasa, Eso o Catamesas en las proximidades de Tiermas, donde hace poco han salido a la luz restos humanos junto a las ruinas de lo que fue la ermita del Pilar, asociada al Camino de Santiago, y en la que oían misa los domingos quienes acudían al antiguo Balneario a tomar las aguas. Es aquí donde, junto a las modernas instalaciones termales, quedan restos de las de época romana, de los que se conoce una piscina de forma circular que “debió formar parte de una estructura más compleja”, de acuerdo a “los patrones de construcción romanos para este tipo de instalaciones”. También se encontraron varias monedas romanas, pero nada más se sabe de este yacimiento.

En los alrededores de Esco también hubo una villa romana. “Los datos sobre su localización son imprecisos, pero fue descubierto un mosaico romano de teselas blancas y negras, y una moneda de la misma época perteneciente a Faustina”, señala Río Aragón. En Artieda, municipio afectado por el recrecimiento del embalse, existió el poblado medieval de Corrales de Villarués, en una zona en la que también hubo una villa romana de la que se halló un mosaico. Otros restos arquitectónicos romanos “de excepcional calidad artística”, están en los muros de la ermita de San Pedro, junto a los enclaves de Forau de la Tuta y Campo del Royo, donde hay datos de que “existió una construcción romana muy importante, de la que se conservan restos de una edificación fortificada con muros, fosos, puertas y alcantarillas, dos habitaciones, fustes de columna, cerámica y un mosaico de teselas en blanco y negro formando un motivo geométrico y con una inscripción funeraria”.

Otros vestigios romanos son los de las villas de Rienda –muy relevante, a juzgar por los hallazgos de las excavaciones realizadas en 1993, que sacaron a la luz un conjunto de seis mosaicos con motivos geométricos, florales y de animales– y Viñas del Sastre, que se supone próxima a las anteriores, y en la que se halló un mosaico policromo y un capitel.

En Ruesta, además del monasterio de San Juan Bautista, del que se supone que quedan restos bajo el suelo en el entorno de las ruinas de la ermita del mismo nombre, hay constancia de la existencia de varias necrópolis, las Salada II –ahora en estudio– y III mencionadas, la de San Jacobo, de época medieval y sita junto a la ermita románica homónima, y la asociada a la villa o poblado romano objeto asimismo de la actual excavación. Todo este conjunto –subraya Río Aragón– compone un patrimonio de gran valor, que no sólo debe estudiarse, sino también preservarse de amenazas tan serias como la del recrecimiento de Yesa.

 

 

Asociación Río Aragón-COAGRET