Opinión
Cortes de Aragón, 12-XI-2002
Comparecencia de ACUDE ante la "Comisión especial de actualización del Pacto del Agua"

Asociación Cultural para la Defensa del Ésera


Señores diputados, muy buenas tardes:

Acudo hoy a este encuentro en representación de la Asociación Cultural para la Defensa del Ésera, ACUDE, invitado por ustedes para exponer nuestro punto de vista sobre la situación hidráulica que vivimos en este territorio.

Aceptamos agradecidos su invitación, siempre está bien acudir a foros donde, por lo menos, se nos escuche. Aunque voy a ser muy sincero y a huir de prácticas de cortesía vana: hemos tenido en nuestra asociación un gran debate previo sobre la conveniencia o no de acudir hoy aquí. La sensación (cada vez más, certeza) que tenemos de la voluntad de acallar nuestra voz y de silenciar nuestra problemática desde las instituciones públicas aragonesas no nos hacen llegar a este encuentro con optimismo. Las declaraciones de buena parte de la clase política y empresarial de nuestra región aferrándose sus representantes al desatino de un esquema de desarrollo decimonónico puesto en práctica a costa de quien y de lo que sea no nos invitan a esperar resultados positivos de esta ronda de comparecencias. Vamos, si hasta la campaña publicitaria del Pacto del Agua que ustedes han puesto en marcha estos días (muy inoportunamente, a nuestro modo de ver) parece calcada de la que está realizando el Ministerio de Medio Ambiente sobre el Plan Hidrológico Nacional: palabras bonitas y contenidos hueros porque ninguno de los responsables de estas instituciones se cree lo que está vendiendo.

Así las cosas, decidimos a pesar de todo aprovechar su invitación y presentarnos ante ustedes para hacerles llegar nuestra opinión. Una opinión que se centra, básicamente, en la necesidad de plantear de una vez por todas una nueva política de aguas en esta región y en este país; en la necesidad de apostar decididamente por una Nueva Política del Agua sin bastardeos del concepto.

En días pasados se han escuchado en este mismo recinto muchas palabras altisonantes, demasiados exabruptos y planteamientos gansteriles. Los de César Trillo todavía colean, los que se calló aquí Luis Ciudad (pero que luego aventó a los cuatro vientos) no le van a la zaga. En las discusiones que les comentaba antes, los socios de ACUDE nos planteábamos que hubiera pasado si los de las amenazas y los chantajes hubiéramos sido nosotros. Me parece que la definición más suave que nos hubiéramos llevado habría sido la de terroristas. Pero ya lo vemos, estos dos señores, presidentes de dos de los más importantes sindicatos de riego de nuestra comunidad, se llenan la boca con mezquindades y miserias, nos quieren devolver al frentismo guerra civilista, y no pasa nada. Espero que comprendan nuestras reticencias.

No vamos a plantear nada nuevo en nuestro parlamento. Todo lo hemos dicho en infinidad de ocasiones y, parece, va calando de forma progresiva en un mayor número de aragoneses y de españoles. Desde la Jacetania a la Ribagorza, el territorio articulado por los ríos y por los montes que configuran este país en el que vivimos, ha unido sus voces para que nadie crea que se trata de un espacio vacío y debilitado.

Es una voz unánime que sigue reclamando la dignidad amenazada por unos proyectos que pretenden acabar con una historia común, con un paisaje y con una cultura compartida durante siglos que han formado y definido esto que hoy llamamos Aragón.

Un argumento único basado en el deseo firme de seguir viviendo en nuestros pueblos sin ningún tipo de hipoteca, refuerza nuestra razón y nos hace confiar en el futuro.

Somos conscientes de formar parte de una minoría dentro de la comunidad autónoma aragonesa, pero también Aragón es una minoría dentro de la nación española y España es una minoría en Europa y en el mundo... En ese respeto a las minorías se basa el sistema democrático y en ningún caso es una excusa ni razón para legitimar una política de sometimiento como pretenden algunos, esos que confunden al ciudadano con el votante.

A menudo se utiliza como arma arrojadiza la palabra "solidaridad" y se nos acusa de insolidarios cuando lo único que queremos es acabar con el expolio y el abandono que han convertido al Pirineo aragonés en uno de los territorios más despoblados de Europa. Por cierto, es el mismo truco que utiliza ahora el PP a nivel nacional contra los aragoneses.

Pero, ¿cómo se puede acusar de insolidaria a una comarca como la Ribagorza que en poco más de medio siglo ha perdido el 60% de su población? ¿No es más lógico que seamos nosotros quienes exijamos solidaridad a aquellos que se han desarrollado a costa de inundar nuestros valles y que ahora están ansiosos por entrar en el negocio del agua consagrado por el Plan Hidrológico Nacional?

Un Plan Hidrológico Nacional, les recuerdo, señores diputados, derivado del pacto-trampa suscrito por casi todas las fuerzas políticas aragonesas y que se llama Pacto del Agua. No es posible oponerse a los trasvases y al mismo tiempo aceptar un pacto que bendice los pantanos de Santaliestra, Jánovas o su alternativa actual de Susía, Biscarrués y el recrecimiento de Yesa. ¿Qué es el proyecto de Santaliestra sino un trasvase de las aguas del Ésera hacia otra comunidad autónoma?

Si están hablando de regadíos y enfrentan a los regantes contra los habitantes de la montaña usando la excusa de la "solidaridad" y del "bien público", ¿por qué no construyen los embalses proyectados en las zonas de riego y dragan el pantano de Barasona que ha perdido más del 40% de su capacidad desde su inauguración en 1929? ¿Por qué no nos ponemos a solucionar de una vez por todas las pérdidas crónicas de canales y acequias que dejan perder hasta el 60% de sus caudales? ¿Por qué no nos comprometemos en la modernización decidida de nuestros regadíos? ¿Por qué no optimizamos los recursos existentes? ¿Por qué no valoramos que tipo de tierras son susceptibles de un mejor aprovechamiento para regadío? ¿Por qué, en definitiva, no controlamos de una forma firme las malas, pésimas, prácticas de riego que se dan muchas veces en nuestro territorio?

Sencillamente, porque lo que se quiere no es más agua para regar, lo que se pretende es, en nuestro caso concreto, el río Ésera como ya tienen unos intereses con nombres y apellidos el Noguera Ribagorzana. Y, si nos dejamos, más tarde querrán el Isábena porque así lo dice ese irracional proyecto llamado Plan Hidrológico Nacional.

Por eso estamos aquí, para hacerles llegar cual es la situación real, tal como la vemos quienes vivimos directamente en el territorio ribagorzano, para que oigan nuestros argumentos. Nuestro futuro, el de la Ribagorza, no puede ser escamoteado por el olvido ni devaluado por proyectos irracionales que ponen en peligro nuestras vidas y el desarrollo de nuestras comarcas. Los pantanos han sido una constante amenazadora en nuestro pasado más cercano; salvo casos aislados como el de Benasque y su estación de esquí de Cerler (que tiene un mucho, por cierto, de burbuja especulativa), la construcción de embalses y de infraestructuras hidráulicas ha dinamitado cualquier proyecto vertebrador en nuestra tierra durante los últimos cien años. Y todo a cambio de nada; bueno sí, de un interminable rosario de brutalidades, chantajes, amenazas y miedos como los que parecen querer reproducir "señores" (por llamarlos de alguna manera) como Trillo o Ciudad. Ya hemos pagado bastante, si es que teníamos que pagar algo. Ya hemos contribuido de forma exagerada a ese "bien común" que luego acaba convirtiéndose en el bien de cuatro espabilados. Déjennos ahora poder plantearnos un proyecto de futuro que pueda ilusionar a unas gentes injustamente castigadas.

Por cierto, como todos ustedes saben (tal vez el señor Guedea no, sino no defendería mociones tan absurdas como las que presentó ante estas Cortes aragonesas hace unos días), los tribunales han dado la razón al ayuntamiento de Santaliestra y a todos los ribagorzanos que nos oponemos a un pantano chapucero e indigno. La Audiencia Nacional, en una sentencia especialmente dura contra la Administración, paralizaba la construcción del embalse previsto y anulaba toda la tramitación que se había realizado hasta la fecha. Luego, el Tribunal Supremo propinaba otra sonora bofetada a quienes avalan la construcción de un pantano que se ha querido sacar adelante siguiendo la doctrina Cañete, es decir, "por cojones" y saltándose a la torera cualquier legislación vigente. Por cierto, muchos de ustedes siguen reclamando ese pantano sin importarles un bledo nuestras razones, los argumentos jurídicos, los técnicos y otros, más etéreos si se quiere, pero no menos importantes, de auténtica justicia social. Y luego querrán que confiemos en ustedes.

Estas sentencias suponían para los numerosos habitantes de la comarca ribagorzana y del resto de Aragón que se han opuesto a la construcción de este embalse (que no nos cansamos de recordar, pondría en peligro la vida de 4000 personas), un enorme balón de oxígeno en nuestra lucha contra la sinrazón que supondría esta obra. Y, sobre todo, la constatación de que las numerosas denuncias que hemos venido planteando ante la opinión pública, los medios de comunicación y los tribunales pertinentes acerca de las innumerables irregularidades y tropelías cometidas en la tramitación del proyecto no han caído en saco roto, que nuestra lucha tenía sentido, que podemos, en suma, confiar en la división de poderes y en el concepto de justicia.

No somos juristas, ni tenemos la más mínima formación en este campo, por lo que se nos hace especialmente difícil entrar a valorar jurídicamente las sentencias de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo. Expertos hay que lo harán con mucha más capacitación que nosotros. Sí podemos valorarla en cuanto a la repercusión que pueden tener estos fallos sobre el futuro del proyecto del pantano de Santaliestra y, en definitiva, sobre toda la política hidráulica que se ha venido desarrollando en España, gobernase quien gobernase, en los últimos cien años.

Hay cosas que son muy difíciles de explicar y que son muy difíciles de asumir por la opinión pública. Es prácticamente imposible hacer ver a la gente la indefensión extrema en que se encuentran los afectados por un proyecto de regulación hidráulica y que la opinión pública (entre tanto bombardeo mediático y, ¿por qué no decirlo?, una conveniente dosis de amnesia y de mirar hacia otro lado), llegue a concienciarse de que la Administración, la hidráulica en este caso, no es un ente imparcial sino que responde a unos intereses partidistas, económicos y sociales muy concretos y que ellos marcan su actuación por encima de los intereses globales.

Incluso en zonas tan históricamente afectadas por la construcción de embalses como la nuestra (una política que ha dejado tras de sí, volvemos a recordarles, señores diputados, una estela de abandono de pueblos, de despoblación general, de desvertebración del territorio, de hipoteca de sus recursos y de enfrentamientos entre los vecinos favorecidos por la propia Administración para que no pudiéramos presentar un frente de oposición firme), se hace a veces muy difícil poder explicar lo que supone realmente un pantano en la zona donde se instala.

Es muy duro asumir, como en Santaliestra, en Yesa o en Biscarrués, que la Administración que debería velar por los derechos de la ciudadanía es la que impulsa unas obras acometidas siempre (y lo que ha ocurrido en nuestra comarca es la demostración más evidente de este extremo) desde la prepotencia, la soberbia y un flagrante desentendimiento de las normas jurídicas de obligado cumplimiento dictadas e impulsadas por la propia Administración.

La reciente sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, en concreto, ilustra perfectamente el rosario de irregularidades que han marcado el desarrollo del proyecto del pantano previsto en Santaliestra. La sentencia corrobora, por otra parte, lo que es un secreto a voces: hay un desprecio tal por los administrados en la administración hidráulica que parece que la democracia nunca hubiera entrado en ella.

Es una sentencia que destapa precisamente eso; la soberbia y el desprecio hacia los afectados como bandera de actuación permanente de la administración hidráulica. Con su fallo, la Audiencia Nacional propina una sonora bofetada a este tipo de prácticas ancladas en los modos del más rancio franquismo y, sobre todo, abre la puerta a la esperanza de quienes se han visto afectados por una irracional utilización de un supuesto "bien común" para justificar toda clase de tropelías y atropellos. La sentencia de la Audiencia Nacional es un primer paso para acabar con esta situación (y un primer paso ciertamente tímido y nada concluyente ante la magnitud del problema global) pero, por encima de todo, supone una puerta a la esperanza para todas las gentes afectadas por los proyectos de regulación hidráulica en marcha y para todos aquellos que defienden una Nueva Cultura del Agua que respeta la hasta ahora pisoteada Dignidad de la Montaña.

Lo afirmamos con el corazón en la mano; las gentes de la Ribagorza nunca debimos haber llegado hasta aquí, las irregularidades que han trufado el proyecto del pantano desde su inicio tenían que haberse detenido mucho antes. Hemos sufrido en Santaliestra, lo sufren en Biscarrués, en Yesa, en Lechago y en tantos otros sitios, los peores tics de la política colonial más rancia, de esa que se caracteriza por el saqueo de los recursos y potencialidades de las colonias por un supuesto designio de "pueblo elegido", de civilización superior con voluntad de ignorar los derechos de las minorías expoliadas y masacradas. Una política que tiene sus armas en la mentira y en la demagogia, que propicia y favorece el enfrentamiento entre vecinos, que por medio de chantajes, amenazas, miedos y agresiones hace aflorar la cara más mezquina de la gente.

Queremos decir muchas cosas en muy poco tiempo y los pensamientos se nos agolpan. No se pueden imaginar ustedes (aunque alguno creo que sí, porque lo ha sufrido en sus propias carnes) lo que supone vivir sentenciado, con la sensación de que la sentencia es inexorable y que se ha dictado ignorando los más elementales derechos de los condenados. Así funciona la política hidráulica en nuestro país: un territorio es condenado y no tiene el más mínimo derecho a defenderse so pena de que sus gentes sean tachadas con todos los epítetos concebibles. Y luego está la sensación de enorme soledad que tenemos que afrontar para luchar contra la injusticia. Fuerzas demasiado poderosas se alían para presentar una imagen bastarda de la realidad y el recurso fácil a la criminalización es usado de una manera demoledora.

Lo hemos padecido en Santaliestra: hemos sido aporreados, tratados de terroristas, criminalizados, ignorados, silenciados, marginados..., hemos conocido la indefensión más absoluta por oponernos a un desatino que ponía en serio peligro la vida de 4000 personas y suponía el mazazo definitivo a la viabilidad económica y social de una comarca que ha sido durísimamente castigada en los últimos cien años por una política hidráulica que la ha dejado, literalmente, arrasada. Todo ello por decreto cuasi militar, siguiendo la nefasta doctrina Cañete, machacando el mínimo resquicio para la esperanza.

La Administración central ha tenido buena parte de la culpa de esta situación. El mal llamado Ministerio de Medio Ambiente (un ministerio de fomento encubierto), la Confederación Hidrográfica del Ebro y su empresa títere Aguas de la Cuenca del Ebro, S.A. (ACESA) han estado detrás de la sucesión de despropósitos que han conducido a la sentencia de la Audiencia Nacional. Pero también la Administración aragonesa y los colectivos de regantes de nuestra comunidad han tenido su desgraciado protagonismo en la kafkiana situación que vive Santaliestra y buena parte del territorio pirenaico.

Durante los últimos años, en nuestra comarca hemos tenido la sensación demasiado a menudo de que no se nos consideraba como aragoneses. El discurso atronador sobre la necesidad de regular los ríos ha silenciado la voz de la montaña y nos ha marginado con un acallamiento sistemático de nuestras razones. Y eso que es un discurso muy tramposo: valgan unos sencillos ejemplos; durante ocho meses al año, los ríos más caudalosos de la provincia de Huesca se llaman Canal del Alto Aragón y Canal de Aragón y Cataluña y, puesto que la doctrina oficial es la de embalsar allá donde estén las aguas, habríamos de empezar a plantearnos de una vez que los beneficiarios por la política hidráulica comiencen a asumir una parte de las afecciones que ésta genera. Lo comentaba antes, ¿por qué no hablamos de los embalses de cola y de las balsas laterales en el entorno de los canales? Si además tenemos en cuenta que el sistema de conducción de aguas pierde en el mejor de los casos un 40% (bastante más si nos atenemos a diversos estudios) de los caudales transferidos, que año tras año es necesario destruir excesos de producción, que el actual esquema agrario basado en la subvención tiene los días contados o que los sistemas de riego son manifiestamente mejorables en muchos casos (lo que reconocen cada vez más abiertamente los propios usuarios), convendrán conmigo en que el discurso que se nos ha vendido no se sostiene por ningún lado. Son otros los intereses que subyacen tras la reclamación de nuevas "regulaciones" en el Pirineo (el Plan Hidrológico Nacional es el más evidente aunque no el único) que se esconden tras ese pretendido bien común que representan los pantanos.

Comentaba antes que es muy duro asumir el ataque de la Administración. Imagínense lo que supone constatar que tus vecinos se permiten el lujo de amenazarte públicamente sin que pase absolutamente nada o que están recogiendo dinero para buscarte la ruina y certificar la amenaza real de muerte que pende sobre tu pueblo. La Junta del Canal de Aragón y Cataluña, en nuestro caso concreto, ha ignorado las irregularidades del proceso en Santaliestra y ha azuzado a la Administración hidráulica a que se saltase la legalidad respaldando todas las actuaciones llevadas a cabo en Santaliestra. Y encima debemos asistir impávidos a una permanente representación de hipocresía cuando José Luis Pérez, su presidente, y sus acólitos hablan de respeto y de solidaridad.

Querríamos creer que ha sido un comportamiento debido única y exclusivamente a la junta directiva del Canal, que ha ocultado información y ha engañado al resto de los usuarios; lo contrario supondría un mazazo demoledor para la convivencia en Aragón. No obstante, a la vista de las actuaciones mafiosas de César Trillo y Luis Ciudad y el silencio cómplice (cuando no el descarado seguidismo de algunos políticos militantes en partidos aquí representados y de regantes de "a pie") que las han acompañado, mucho nos tememos en ACUDE que el Gobierno de Aragón quiere seguir miméticamente con la Ribagorza la actuación del Gobierno Central para con nuestra comunidad; dejarla lisa y llanamente a los pies de los intereses económicos más espurios.

Déjenme decirles una última cosa como portavoz de ACUDE; nunca un bien común puede cimentarse en el expolio de los sectores más desfavorecidos de una sociedad. A aquellos de ustedes que no vivan en la Ribagorza o en otras zonas de montaña con una problemática similar les aconsejo que vengan y recorran las comarcas afectadas por los pantanos ya construídos y por las que soportan las amenazas de los proyectados, observen la despoblación en todas esas zonas, la falta de infraestructuras (muchas de ellas mil veces prometidas a cambio de los pantanos ya construidos, pero nunca realizadas), comprueben como hay pueblos junto a las aguas estancadas con gravísimos problemas de agua corriente y de servicios mínimos, observen el envejecimiento de la población y la falta de alternativas laborales, pregunten a la gente, miren con detenimiento y, después, atrévanse a llamarnos insolidarios.

Muchas gracias

Asociación Río Aragón-COAGRET