Según un estudio realizado por un equipo multidisciplinar del
departamento de Erosión y usos del suelo del Instituto Pirenaico
de Ecología (IPE), los ríos del Pirineo aragonés llevan menos
caudal que hace cien años, y la tendencia es a que baje más
todavía. Desde los años sesenta, las precipitaciones son cada vez
menores en el Pirineo. Además, del agua que cae del cielo sólo
llega a los ríos una parte, que también está descendiendo con
rapidez.
J.J. VERÓN. Según un estudio
realizado por un equipo multidisciplinar del departamento de
Erosión y usos del suelo del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE),
los ríos del Pirineo aragonés llevan menos caudal que hace cien
años, y la tendencia es a que baje más todavía.
La investigación ha detectado que
el cambio del uso del suelo es la principal causa de este
descenso. El abandono del medio rural hace que la diferencia entre
el agua que llueve y la que circula por los ríos sea cada vez
mayor. El incremento de la superficie forestal, que otros
beneficios indudables, ha reducido los caudales alrededor de un
20% respecto a la situación de principios de siglo XX.
Todos estos factores no se han
tenido en cuenta en la elaboración del Plan Hidrológico Nacional
(PHN), pese a que la zona estudiada genera el 27% de los recursos
hídricos de la cuenca del Ebro. Por contra, en la costa suele
suceder al contrario, ya que la progresiva urbanización de las
zonas agrícolas ha derivado en una mayor cantidad de agua en los
cauces y un incremento tanto de las inundaciones como de su
virulencia.
José María García Ruíz,
coordinador de la investigación, explica que el descenso del
caudal de los ríos no se debe sólo a que llueva menos. Según
señala, las precipitaciones han descendido drásticamente en los
últimos 50 años, pero en un análisis más global esta reducción
responde a un ciclo habitual de variación de lluvias.
El cambio de uso de los suelos es
el factor que ha sufrido mayor variación en las últimas décadas.
El abandono de tierras de cultivo, especialmente cereal de secano,
y el crecimiento de la superficie forestal han provocado que
llegue menos agua a los cauces. Los árboles consumen más agua que
el cereal y retienen parte de las lluvia en sus hojas, lo que se
evapora con facilidad. Los investigadores consideran que este
factor debe ser tenido en cuenta.
Esto tiene una parte positiva.
Las avenidas tienen un periodicidad menor y son menos violentas,
dado que el bosque y el matorral retienen mejor el agua. También
se produce una mejor recarga de los acuíferos subterráneos.
Además, los embalses tienen menos problemas de colmatación, puesto
que las aguas bajan con menos violencia, provocan menos erosión y
arrastran muchos menos sedimentos.
Los datos de esta investigación,
en la que han participado Santiago Beguería, Juan Ignacio López,
Adrián Lorente y Manuel Seeger, señala que durante el último siglo
las lluvias han seguido un régimen bastante homogéneo, con
pequeños ciclos de variabilidad. Sólo durante los meses de marzo
se ha observado un descenso global.
Las temperaturas también son
uniformes a largo plazo, salvo en el mes de enero, en el que
registran un notable ascenso. Además, las investigaciones han
detectado que el cambio climático está generando lluvias
torrenciales muy localizadas en pequeñas zonas, aunque se trata de
un fenómeno todavía por estudiar en detalle.
Nuevos datos
El estudio se ha realizado en las
partes altas de las cuencas de los ríos pirenaicos (Aragón,
Gállego, Ara, Cinca, Ésera y Noguera Ribagorzana), donde no
existen derivaciones ni grandes infraestructuras que desvirtúan su
régimen natural. Uno de los datos que da validez a la
investigación es que en las partes más altas, donde no han
cambiado los usos de los suelos, la relación entre lluvias y
caudales no ha variado.
Los datos proceden de la
Confederación Hidrográfica del Ebro y el Instituto Nacional de
Meteorología. Además se han generado datos propios gracias a
varios proyectos de investigación que se han coordinado.
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